Las heridas son lesiones provocadas

por desgarramientos

o rotura de la piel que, dependiendo

de su profundidad,

pueden afectar a vasos sanguíneos,

huesos, músculos y otros

órganos. En casa sólo podemos

atender las heridas leves,

es decir, aquellas que afectan a

la capa más externa de la piel y

no reúnen ninguno de los factores

considerados de gravedad

(heridas profundas, sucias

y/o que tienen cuerpos extraños

en su interior, que presentan

hemorragia, o se han producido

hace más de seis

horas). Todas las heridas que

no coincidan con la descripción

de leves han de ser atendidas

por un servicio médico.

Infección

El problema más importante

que puede traer consigo una

herida es su infección. Hay que

tener en cuenta que cualquier

herida es una puerta de acceso

para que los gérmenes ataquen

al organismo. De ahí que

sea tan importante limpiarla,

desinfectarla y protegerla lo

antes posible. Si a pesar de ello

los gérmenes logran su propósito,

el cuerpo se defiende y en

algunos casos provoca la aparición

de pus (exudado de color

amarillo-verdoso), un signo inequívoco

de infección.

Para saber si una herida está

o no infectada basta con prestar

atención a una serie de factores:

inflamación de los bordes, calor

local, dolor, sensación de pinchazos

y enrojecimiento del

contorno. Cuando la infección

está en un estado más avanzado

aparece pus, que además puede

venir acompañado de fiebre y

malestar general.

Hacer frente a esta situación

requiere usar antisépticos, sustancias

que, sin causar lesión alguna,

destruyen o inhiben el

crecimiento de microorganismos

en los tejidos. Muchas veces

se utiliza alcohol de 70º para

desinfectar las heridas, un gran

error pues, entre otras cosas,

puede provocar lesiones en el

borde de las mismas. Su uso ha

de quedar restringido a la desinfección

del material que se va

utilizar y de las manos de la persona

que va a curar la herida.

Cicatrización

Cuando se produce una herida,

el organismo hace todo lo que

está en su mano para cerrarla

cuanto antes. Primero la herida

se limpia a sí misma eliminando

el tejido dañado y las bacterias

(fase inflamatoria y/o exudativa).

Esto es así gracias al exudado,

un líquido compuesto de

proteínas y creado por el propio

organismo para combatir la

infección. Posteriormente la

exudación se reduce y comienzan

a crearse nuevos vasos en el

área de la herida, es lo que se

conoce como tejido de granulación

(fase de proliferación y/o

granulación). Con el tiempo la

humedad es menor, el tejido se

transforma en costra, la herida

se cierra y el tejido epitelial forma

la nueva capa superior de la

piel (fase regenerativa y/o epitelización).

Y todo este proceso,

normalmente, en el plazo de

una semana, tras el cual, según

el tipo de piel, puede quedar

una marca o cicatriz.

Complicaciones

La cicatrización se complica

cuando en ella hay bacterias o

cuerpos extraños, está localizada

en una zona con mala circulación

como piernas o pies,

la herida ya es antigua o se

produce en tejidos desvitalizados.

Además, en personas de

edad avanzada o que presentan

desnutrición, inmunodepresión,

diabetes mellitus, insuficiencia

renal crónica, obesidad o están

en tratamiento con corticoides,

el tiempo que el organismo

necesita para cerrar la

herida es mayor que en una

persona sana.