La piel es el mayor órganodel cuerpo humano y desempeñafunciones básicas parael organismo. Protege contra laluz, interpreta los estímulos parael tacto, regula la temperatura,almacena energía en formade tejido adiposo y nos protegede las infecciones. Para realizarestas funciones es necesariala integridad de todos los elementosque la…
La piel es el mayor órgano
del cuerpo humano y desempeña
funciones básicas para
el organismo. Protege contra la
luz, interpreta los estímulos para
el tacto, regula la temperatura,
almacena energía en forma
de tejido adiposo y nos protege
de las infecciones. Para realizar
estas funciones es necesaria
la integridad de todos los elementos
que la componen y,
por eso, el cuidado de la piel es
indispensable para mantener
su buen funcionamiento.
Además, una piel aparentemente
sana se expone en numerosas
ocasiones a agentes externos
que pueden alterar sus
funciones. Por ejemplo, prácticas
tan habituales en la sociedad actual,
como hacerse un tatuaje,
un peeling o una sesión de rayos
UVA, o incluso el afeitado diario,
son elementos que 'atacan' la
piel. Es en estos casos cuando
se habla de 'piel agredida' y
cuando hay que extremar los
cuidados que necesita esta piel
dañada para repararse.
Cuidados para cada
situación
Todos estamos sometidos en algún
momento a las agresiones
ambientales, aquellas que resultan
de la exposición a factores
como el frío, el viento, el sol, el
tabaco, la contaminación atmosférica,
aguas muy cloradas
o calcáreas, etc. Si bien en líneas
generales la piel sufre menos
agresiones en invierno que en
verano, en esta época del año
tiene que adaptarse continuamente
al medio ambiente, a la
agresividad de las temperaturas
frías y a las variaciones de humedad
relativa propias del invierno.
Aunque cada vez hay más
concienciación sobre cómo
cuidar la piel ante el sol, no
ocurre así con el frío y el viento,
factores que pueden causar
importantes daños en la piel y
que producen, a largo plazo,
deshidratación y envejecimiento.
Si no la protegemos adecuadamente,
el frío puede llegar
a dañarla de manera que
se reseque, aparezcan zonas
enrojecidas e incluso se descame.
Frente a estas agresiones,
que causan generalmente sensibilidad
cutánea o irritaciones,
es necesario reducir la exposición
al agente causante y aplicar
crema reparadora en la zona
afectada.
Por su parte, la aplicación
intradérmica de pigmento insoluble
que se realiza para crear
un tatuaje representa una agresión
para la piel. Ésta es la razón
por la que se debe lavar la zona
afectada con agua tibia y jabón
neutro y secarla correctamente
para evitar la entrada de gérmenes
y otras complicaciones.
Posteriormente habrá que aplicar
dos veces al día una crema
reparadora que calme el enrojecimiento,
reduzca la intensidad
del eritema y el engrosamiento
y restaure la función barrera de
la piel evitando la pérdida de
agua y favoreciendo una correcta
hidratación.
En cuanto a los rayos UVA,
la mejor manera de evitar los
efectos no deseados de su exposición
reside en la prevención.
Está demostrado que la
exposición sistemática tanto al
sol como a las lámparas bronceadoras
tiene consecuencias a
corto y largo plazo para la piel.
En este sentido, mantener una
buena higiene de la piel, y no
exponerse en exceso a estas
radiaciones son recomendaciones
preventivas básicas. Además,
es indispensable revitalizar
las células y estimular la
renovación de la piel después
de cada sesión.
El peeling, que consiste en
la aplicación de sustancias en la
piel para conseguir una exfoliación,
supone una agresión para
la piel por lo que es necesario,
después del tratamiento, la aplicación
de una crema que contenga
ingredientes activos que
favorezcan la renovación y regeneración
de las capas superficiales.
Por otro lado, la aparición de
pequeños enrojecimientos de la
piel u otros signos de agresión,
de carácter leve y transitorio, es
habitual tras la depilación. Aunque
la incorporación del láser
en la depilación suponga un
avance respecto a la duración
del efecto, también puede representar
una ligera agresión
para la piel. En principio, los tratamientos
por láser deben realizarse
sobre pieles sanas, lo que
garantiza una rápida recuperación
en caso de irritación superficial.
Aún así, se recomienda favorecer
la regeneración de la
epidermis con productos que
aceleren la renovación celular,
restauren la suavidad y permitan
una recuperación más rápida.
Por último, después de tomar
el sol resulta indispensable
reparar la piel agredida por los
rayos nocivos del sol. En la mayoría
de los casos se produce
una verdadera irritación, que
enrojece la piel, llamada eritema
solar. Tras una exposición al
sol, siempre es aconsejable no
sólo el uso indispensable de
protectores solares, sino también
tratamientos que calmen
y refresquen la piel de las zonas
expuestas, acelerando el proceso
de restauración.