"Si después de los setenta
te despiertas sin dolores,
es que estás muerto" (Joseph
Heller, escritor norteamericano).
Desde tiempos inmemoriales,
la ciencia se ha ocupado y
preocupado por erradicar, o al
menos aliviar, el dolor, una experiencia
sensorial muy desagradable,
pero que es, junto
con la subida de la temperatura
corporal, la forma que tiene
nuestro organismo para advertirnos
de que algo en él no está
funcionando correctamente. En
esta lucha contra el dolor, en
que la farmacología intensifica
su esfuerzo para controlarlo y
brindar calidad de vida, adquieren
una especial relevancia los
llamados "analgésicos".
Según explica el Colegio
de Farmacéuticos de Barcelona
(COFB), los analgésicos son fármacos
que cambian las características
del dolor, suprimiéndolo
o calmándolo. En función
del mecanismo por el que actúan
se clasifican en opiáceos y
no opiáceos. Los opiáceos, que
sólo se pueden adquirir con receta
de estupefacientes (recetas
especiales para estos medicamentos),
son capaces de inhibir
el impulso doloroso que llega
a los receptores cerebrales,
y se pueden usar para aliviar el
dolor en períodos cortos o largos,
aunque pueden generar
adicción al tratamiento. Los no
opiáceos, en cambio, se usan
para aliviar dolores leves o moderados
y se pueden adquirir
sin receta en la mayoría de los
casos. Entre estos últimos se incluyen
el ácido acetilsalicílico,
el ibuprofeno y el paracetamol.
En los últimos tiempos ha
surgido un amplio debate sobre
el uso correcto de estos
analgésicos. El problema reside,
principalmente, en la creencia
generalizada de que los fármacos
contra el dolor que se
obtienen sin receta pueden tomarse
sin problemas. En principio,
señala el COFB, esto es
cierto si se toman en las cantidades
habituales y recomendadas,
porque son efectivos y
seguros, pero si se toman en
dosis mayores o con demasiada
frecuencia, el paciente se
expone a diversos problemas
digestivos, hepáticos o renales,
además de que tomarlos
durante períodos prolongados
puede dar lugar a otras complicaciones
o interacciones
con otros tratamientos farmacológicos
que se estén siguiendo.
Si se ha sufrido alguna
alergia o padecido alguna enfermedad,
el paciente debe
asegurarse, antes de tomar un
analgésico, de que éste no le
está contraindicado. Si concretamente
se ingieren de manera
constante contra el dolor de
cabeza, sucede que
una proporción alta
de enfermos acaba
sufriendo el llamado
efecto rebote,
es decir, el dolor de
cabeza se vuelve
crónico, empeora y
no responde a la
acción de los fármacos.
Efectos
adversos
En relación con el
paracetamol, la mayoría
de la población
considera que
es un medicamento
inocuo y carente de
efectos adversos,
por lo que en principio
sería más recomendable
frente
a otros que supuestamente
dañarían la mucosa
del estómago, como el acido
acetil salicilico (Aspirina®). Sin
embargo, la Sociedad Española
del Dolor advierte que su consumo
excesivo puede acarrear
también ciertos problemas. Diversos
estudios indican que el
consumo de más de 4 gramos
diarios de paracetamol durante
un tiempo prolongado puede
afectar seriamente al hígado.
Este riesgo se incrementa
notablemente
en pacientes con
alcoholismo crónico
o antecedentes de
trastornos hepáticos
graves.
En el caso de los
niños, la dosis máxima
recomendada
de paracetamol no
debe exceder los 10
miligramos por kilo
de peso cada 4 horas,
o bien 15 miligramos
por kilo de
peso cada 6 horas. y
además no se debe
tomar más de cinco
veces al día.
También hay
otros medicamentos
que combinan
más de una sustancia,
entre las que
puede encontrarse el paracetamol,
por lo que se corre el
riesgo de estar administrándose
de forma simultánea más
de un fármaco que, sin advertirlo,
exceda la dosis máxima
recomendada de paracetamol.
El Colegio de Farmacéuticos
de Barcelona recomienda
que, ante esta circunstancia,
se informe siempre al médico
o al farmacéutico sobre qué
medicamentos se está tomando,
y se les plantee las
dudas relacionadas con el
tratamiento prescrito. Además,
debido al gran número
de fármacos existentes contra
el dolor, el paciente debe
asegurarse de no exceder la
dosis al tomar diferentes
analgésicos a la vez.
También a la Aspirina®, en
dosis elevadas, se le atribuyen
consecuencias gástricas adversas.
No obstante, numerosas
investigaciones demuestran su
buena tolerabilidad gástrica
cuando se la administra de
forma adecuada y esporádica
para el alivio del dolor.