Cada instante de nuestra vida
estamos respirando. Lo
hacemos alrededor de 25.000
veces al día y ni siquiera nos
damos cuenta de ello. Y todo
gracias a los pulmones. El aire
entra por la nariz o por la boca
y comienza su conocido itinerario
por la laringe y la tráquea
hasta los bronquios, que llevan
el oxígeno hasta los pulmones.
Como si de un árbol se tratara,
los bronquios se van dividiendo
en ramas cada vez más pequeñas
y al final se forman
unos pequeños sacos llamados
alvéolos. Éstos son la última
parada del itinerario, pues allí
el oxígeno pasa a la sangre y
se elimina el anhídrido carbónico
durante la espiración.
El inconveniente es que los
más de 10.000 litros de aire que
respiramos cada día no son puros.
Junto con el oxígeno y el nitrógeno,
sus principales componentes,
entran en nuestro
organismo otros gases, bacterias,
virus y productos nocivos,
como los que contiene el humo
del tabaco. Si las barreras naturales,
como la nariz, especializadas
en evitar la entrada de estas
sustancias dañinas no funcionan
correctamente, puede producirse
un problema respiratorio.
La inflamación
El asma es una inflamación de
los bronquios. Cuando una
persona padece esta enfermedad,
sus bronquios se irritan
con facilidad ante determinadas
situaciones o partículas
con las que entra en contacto
al respirar. En consecuencia,
los bronquios se estrechan o
se cierran de forma brusca.
Con la inflamación aparece
un moco viscoso y espeso
que se expectora con dificultad.
Los bronquios se obstruyen,
el aire queda atrapado en
los pulmones y aparece el
ahogo característico. Además,
como el epitelio bronquial está
más sensibilizado, basta con
un poco de ejercicio, aire frío,
algunos olores o una infección
para que los bronquios se cierren
y la persona experimente
sibilancias (pitos en el pecho).
Eminentemente
femenina
Hasta los 12 ó 13 años de edad
es más frecuente en los niños y
en la adolescencia afecta por
igual a ambos sexos. Pero, a
partir de los 20, son las mujeres
quienes lo sufren en mayor medida
y con mayor severidad:
tienen más síntomas, precisan
más medicación y tienen peor
calidad de vida que los casos
masculinos. Tal es así que, entre
los 20 y los 50 años, las mujeres
acuden tres veces más a los servicios
de urgencias que los
hombres y requieren un mayor
número de ingresos. La razón
aún no está bien definida pero
hay evidencias científicas que
demuestran que las hormonas
femeninas modulan la producción
de múltiples sustancias
que producen inflamación. Por
otro lado, distintos estudios han
demostrado que existe una relación
entre la obesidad y el asma
en las mujeres, no así en los
hombres. En este sentido, la
aparición de obesidad en niñas
de entre 6 y 11 años multiplicaría
por siete el riesgo de sufrir
esta enfermedad.
Aumentan los casos
El rápido aumento del asma en
el mundo es uno de los grandes
misterios de la medicina moderna.
Se cree que se entremezclan
factores genéticos (aproximadamente
la mitad de las personas
con asma tienen algún familiar
con esta enfermedad) y medioambientales.
Ya sea por la
contaminación, el cambio climático,
por los edificios cerrados
o mal ventilados, por el uso
indiscriminado del aire acondicionado,
por los cambios dietéticos
y el uso de conservantes
en los alimentos, o por otras
causas, lo cierto es que en los
últimos 20-30 años la frecuencia
del asma ha aumentado.
Hay quien especula con la
posibilidad de que este incremento
esté relacionado con el
excesivo celo de limpieza en el
que crecen los niños de los países
industrializados. Los pequeños
están tan poco expuestos a
bacterias e infecciones que su
sistema inmunológico no alcanza
la madurez adecuada, por lo
que las enfermedades alérgicas
y el asma encuentran en el niño
un campo de cultivo ideal para
expandirse con facilidad.
Síntomas
El asma es una enfermedad variable
en la que se alternan periodos
libres de síntomas con
otros en los que la enfermedad
se agudiza. Puede que los síntomas
sean tan leves que se cometa
el error de no darles importancia
o de confundirlos con
los habituales de un resfriado.
Sus principales manifestaciones
son ahogos, pitos, tos
persistente, opresión torácica,
secreción bronquial o expectoración
crónica y síntomas nasales.
El ahogo es el síntoma más
frecuente y aparece habitualmente
al realizar ejercicio o durante
la noche. La presencia de
pitos es la manifestación más
característica de la enfermedad
y la tos persistente es muy frecuente
y suele ser seca, irritativa,
molesta y principalmente
nocturna en los niños. La opresión
torácica normalmente se
manifiesta como tirantez en el
pecho y la secreción bronquial
consiste en una mucosidad espesa
que cuesta expulsar. Por
último, los síntomas nasales, como
picor, estornudos o taponamiento,
se manifiestan cuando
la rinitis aparece en escena, una
situación bastante habitual. De
hecho, el 83% de los asmáticos
españoles que padecen asma
ven acompañada su enfermedad
por la rinitis, una patología
que, si no se controla, puede
agravar seriamente el problema
e incluso ser el origen de importantes
crisis respiratorias.
¿Cómo se diagnostica?
Una persona tiene asma cuando
padece los síntomas anteriores
y las pruebas diagnósticas
avalan su presencia. La
primera prueba que se suele
realizar en estos casos es una
espirometría para medir el volumen
de aire que se expulsa y
detectar si existe una obstrucción
o estrechez de los bronquios
y su intensidad. Posteriormente
se realiza una prueba
broncodilatadora que consiste
en repetir la espirometría, pero,
en esta ocasión, quince minutos
después de haber inhalado
un broncodilatador, es decir,
un fármaco que dilata los bronquios.
El resultado es positivo
cuando al comparar ambas
pruebas se observa un incremento
de la capacidad pulmonar
superior al 12%.
Pero existen más pruebas
que pueden completar los resultados
obtenidos con la espirometría.
Una de ellas es la
medición de la variabilidad del
flujo espiratorio máximo (FEM
o PEF). Se trata de un pequeño
aparato portátil que permite
que el paciente determine
en su propia casa la posible
variación diaria de su capacidad
pulmonar.
Además, es aconsejable
realizar pruebas que descarten
la existencia de alguna alergia.
Las más utilizadas son las cutáneas.
Mediante la técnica del
'prick' se inocula una pequeña
cantidad de los alérgenos que
se quieren estudiar en la cara
anterior del antebrazo. Si aparece
un pequeño habón el resultado
es positivo.
Tratamiento
Principalmente, existen dos
grandes familias de medicamentos
para controlar el asma: los
antiinflamatorios, que eliminan
o mitigan la inflamación de los
bronquios, y los broncodilatadores,
que relajan los músculos
que comprimen a los bronquios,
por lo que consiguen abrirlos y
que pase más aire por ellos.
La vía inhalatoria es la más
adecuada para administrar estos
fármacos. Con los inhaladores,
los efectos secundarios
prácticamente están descartados
pues como el medicamento
viaja directamente hasta los
bronquios, las dosis que se
precisan son muy bajas. Además,
en el caso concreto de los
broncodilatadores, la acción es
casi inmediata. Sólo existe un
inconveniente, y es que el asmático
ha de saber emplear
muy bien el inhalador para
que el medicamento llegue en
cantidades adecuadas a los
bronquios.
Una de las últimas novedades
en este campo es la utilización
de un solo inhalador
que contenga tanto un tratamiento
preventivo como otro
dirigido a aliviar los síntomas.
Estas asociaciones de medicamentos
facilitan el tratamiento
en pacientes con asma persistente.
Control
de la enfermedad
Indistintamente del tratamiento
que se utilice, el objetivo
es que la persona asmática
pueda llevar una vida normal,
sin síntomas ni crisis.
Aunque aún no se ha descubierto
el medicamento 'milagroso'
que resuelva el asma
para siempre, los disponibles
hoy en día son muy eficaces.
Si se usan adecuadamente y
de forma constante se logra
el control de la enfermedad.
'Cuando el asma está controlado
el paciente no nota molestias
respiratorias ni de día
ni de noche, no necesita usar
inhaladores para aliviarse, tiene
una vida físicamente activa,
una capacidad pulmonar
normal o cercana a la normalidad
y no está expuesto a tener
ataques graves', tal y como
destaca el doctor César
Picado, del Servicio de Neumología
del Hospital Clínic
de Barcelona. Aún así, sólo
uno de cada tres pacientes
con asma en España tiene un
buen control de su enfermedad,
tal y como se ha puesto
de manifiesto el estudio epidemiológico
ESCASE (Estudio
del Control del Asma en España).
Basta con seguir una serie
de recomendaciones para conseguirlo:
1. Tome la medicación
todos los días, incluso cuando
se encuentre bien. Si lo
hace, controlará la inflamación
y evitará que aparezcan
las molestias típicas de la enfermedad.
2. Evite entrar en contacto
con todo lo que empeore
su asma, como por ejemplo,
polen, tabaco o mascotas.
3. Si algún medicamento
de los que está tomando le
genera problemas, hágaselo
saber a su médico y pacte con
él el tratamiento que le permita
hacer una vida normal.
4. Se aconseja que médico
y paciente, juntos, elaboren
por escrito un plan sobre cómo
actuar cuando aparezcan
los primeros síntomas. Así, podrá
reaccionar rápidamente
antes de que las molestias interfieran
en su ritmo de vida y
lleguen a ser más serias. Es lo
que se conoce como 'plan de
autocontrol y autoentrenamiento'.
Y es que, cuando el
paciente es capaz de identificar
los síntomas de empeoramiento
y de regular la cantidad
de medicación que debe
tomar es más fácil mantener
un adecuado control de la enfermedad.
Para una mayor información
sobre el 'Control Total del
Asma' puede consultar el nº
33 de EL PERIÓDICO DE LA
FARMACIA www.elperiodicodelafarmacia.com
Una radiografía de la enfermedad
El asma es una enfermedad
respiratoria crónica que padecen
aproximadamente dos
millones y medio de personas
en España, en concreto
entre el 5 y el 8% de la población
adulta y entre el 8 y
el 12% de los niños. Pero,
además, hay un gran número
de asmáticos que no saben
que lo son y que atribuyen
sus síntomas a otros
trastornos, como un proceso
alérgico, un catarro o una
crisis de ansiedad.
Cuando no se controla
adecuadamente, el asma ocasiona
severas limitaciones. Supone
la cuarta causa de absentismo
laboral y la primera
de ausencia escolar, por delante
de cualquier otra enfermedad
crónica. Por suerte,
aunque es difícil que llegue a
desaparecer o curarse del todo,
la mayoría de las veces se
manifiesta de forma leve. Con
un tratamiento y seguimiento
adecuados se puede controlar
totalmente y, en la mayoría
de los casos, llevar una vida
completamente normal.
La incidencia de asma
aumenta cada año y, con la
llegada de la primavera, se incrementa
el número de casos
de asma alérgica producida
por alérgenos como el polen.
¿TENGO MI ENFERMEDAD BIEN CONTROLADA?
- ¿Tiene síntomas de asma durante el día o la noche?
- ¿Tiene que usar más dosis de inhaladores de las recomendadas?
- ¿Ha tenido alguna crisis, ha acudido a urgencias o ha ingresado
en el hospital por su asma?
- ¿Ha tenido que dejar de hacer deporte, estudiar, reunirse
con sus amigos o trabajar a causa de la enfermedad?
- ¿Ha disminuido el valor de su medidor de flujo espiratorio
máximo (FEM), en el caso de que lo utilice?
- ¿Ha tenido algún problema debido al uso de su medicación?
Si está bien controlada, la respuesta a todas estas cuestiones
debería ser NO.
ASMA LABORAL
Panaderos, ganaderos,
pintores, agricultores,
personal de limpieza y de enfermería,
amas de casa, pues
están contacto con detergentes
y productos de limpieza,
e incluso oficinistas que trabajan
en edificios enfermos...
Son muchas las profesiones
en las que es relativamente
fácil desarrollar asma laboral,
denominada así porque su
origen está en ciertas sustancias
o elementos, por lo general
de naturaleza química,
que están presentes en el lugar
del trabajo y a las que el
organismo es susceptible.
Y no es, desde luego, algo
anecdótico. En concreto, las
estimaciones que baraja la Sociedad
Española de Neumología
y Cirugía Torácica (SEPAR)
hablan de que el 15% de los
casos de asma son de origen
ocupacional y hay un 27% de
casos en los que este trastorno
respiratorio tiene algún tipo
de conexión con el trabajo. Y
no es para menos cuando, según
datos recogidos por el
Ministerio de Trabajo, cerca
del 20% de los empleados están
expuestos a polvos, humos,
gases o vapores nocivos
o tóxicos mientras llevan a cabo
su labor. Una proporción
que se eleva al 33,5% cuando
los sectores analizados se limitan
a las industrias química y
metalúrgica.
Hoy se conocen al menos
300 agentes que causan asma
ocupacional, aunque las
formas más comunes son las
que se detectan entre los panaderos,
sensibles especialmente
al trigo o al centeno, y
los profesionales expuestos a
los isocianatos, sustancias que
se utilizan para la fabricación
de espuma de poliuretano,
barnices, pinturas y plásticos.
La prevención de los brotes
de asma ocupacional no es
sencilla, ni siquiera en el propio
ámbito sanitario, donde se
da con frecuencia la alergia al
látex, un material con el que
se realizan, por ejemplo, los
guantes quirúrgicos.
EMBARAZO Y ASMA
El asma es la enfermedad crónica
más común y que más
complicaciones puede causar
durante el embarazo. A día
de hoy se puede asegurar
que los temores acerca de los
posibles efectos secundarios
que los medicamentos para
controlar el asma ejercen sobre
el bebé son infundados y
que, de hecho, es peor que la
madre deje el tratamiento.Y
es que si la futura madre sufre
una crisis de asma, el feto no
recibe todo el oxígeno que
necesita con las nefastas consecuencias
que esto puede
traer consigo, por ejemplo,
bajo crecimiento durante la
gestación, parto prematuro,
malformaciones o abortos
espontáneos, entre otras
complicaciones. Por lo tanto,
durante el embarazo, los especialistas
recomiendan seguir
con el tratamiento habitual,
aunque con un control
médico más frecuente.
FUENTES PRINCIPALES: 'Controlando
el asma', de la Fundación Española
del Pulmón (Respira) y 'Guía
Española para el Manejo del Asma
para pacientes, padres y amigos'.
Más información:
www.separ.es; www.gemasma.com