Con el descenso de las
temperaturas, aquellas
personas que tienen antecedentes
cardiovasculares
están más expuestas a sufrir
complicaciones, ya que
las patologías cardiovasculares
están principalmente
asociadas al frío. En este sentido,
en invierno se eleva la prevalencia
de la cardiopatía isquémica,
la angina de pecho y
el infarto agudo de miocardio.
Esto se debe fundamentalmente
a que el frío provoca
un estrechamiento de las
arterias del organismo y puede
provocar, a nivel coronario,
una disminución de la llegada
de sangre al corazón",
afirma el doctor Leandro Plaza
Celemín, presidente de la
Fundación Española del Corazón
(FEC).
Factores como la edad se
han convertido en determinantes
ya que, en este caso, los
pacientes de más de 70 años
con patologías asociadas como
diabetes, hipertensión arterial
e insuficiencia renal, así como
los niños, son los más proclives
a desestabilizarse ante un cambio
brusco de clima. Según
Plaza, "esto se debe a que, tanto
los pacientes de edad avanzada
con patologías previas,
como los niños, presentan una
mayor dificultad a la hora de
mantener una temperatura
corporal interna adecuada
y pierden la capacidad de
autorregulación de la cantidad
de agua que hay en
sus organismos, incrementando
el riesgo de padecer
una deshidratación".
Un descenso considerable
de las temperaturas puede
provocar vasoconstricción
en las arterias, entre ellas las
coronarias, con una interrupción
de la llegada de sangre al
miocardio y el consiguiente
riesgo de angina de pecho e
infarto. Asimismo aumentan la
frecuencia cardiaca y la presión
arterial, la necesidad de
oxígeno del organismo, y se
pueden producir espasmos a
nivel de los bronquios y pulmones,
dificultando la debida
oxigenación de los órganos,
entre ellos el corazón.