Un estudio realizado por un
equipo de profesionales del
Hospital Universitario S. Orsola
Malpighi, de Bologna (Italia), y
publicado recientemente en la
revista Neurology, pone de relieve
que realizar cotidianamente
actividades ligeras como caminar
o pasear, subir escaleras o
cuidar el jardín, entre otras, reducen
el riesgo de desarrollar
una demencia vascular; sin embargo,
señala el estudio, dichas
actividades no parecen tener
efecto alguno sobre las posibilidades
de padecer Alzheimer. El
ejercicio vigoroso, en cambio,
no se asoció con ningún beneficio
en la investigación.
Por tanto, la conclusión es
que cualquier tipo de ejercicio
moderado puede ser efectivo
en la lucha contra la demencia.
Las hipótesis que se barajan sugieren
que el efecto beneficioso
asociado al ejercicio puede
deberse a que mejora el riego
sanguíneo o a que favorece
determinados mecanismos que
protegen el daño cerebral al
verse estimulada la mente mediante
la actividad física.
Incremento alarmante
Como ya hemos informado en
ocasiones anteriores desde estas
páginas, uno de los problemas
al que ha de enfrentarse
la sociedad del presente siglo
es la demencia, cuya incidencia
se incrementa casi de forma
paralela a como lo hace el
aumento de la esperanza de
vida. Las demencias, que en la
actualidad afectan en nuestro
país a 700.000 personas mayores
de 65 años, pueden llegar
a alterar e forma muy importante
la vida social, laboral,
familiar y personal de los individuos.
Según la Sociedad Española
de Psicogeriatría (SEPG),
la edad es el principal factor
de riesgo para la aparición de
un síndrome demencial. Entre
los tipos de demencia más
frecuente, en orden decreciente,
se encuentra la demencia
degenerativa primaria
como el Alzheimer, seguida a
bastante distancia de las demencias
vasculares, demencias
mixtas y demencias secundarias.
Consecuencias
Las principales consecuencias
de la demencia se traducen en
un deterioro permanente de la
memoria y de otras funciones
intelectuales, acompañado de
otros trastornos psiquiátricos y
del comportamiento, sin que
se vea alterado el nivel de conciencia.
También puede verse
trastocada la autonomía de la
persona afectada y, por tanto,
cada vez se torna más dependiente
de cuidadores. A ello
hay que añadir los costes económicos
que conlleva y el impacto
sobre la familia del enfermo,
en quienes además
genera trastornos como ansiedad,
estrés y depresión.
Uno de los mayores problemas
en relación con las
demencias es el diagnóstico,
lo que explica el porqué al
menos la mitad de los pacientes
con demencia, según la
estimación de los expertos,
no están diagnosticados ni
tratados correctamente. En
este sentido, el diagnóstico
precoz permite la instauración
temprana del tratamiento,
pero, sobre todo, permite
una planificación adecuada
de los problemas que van
presentándose en las sucesivas
fases.
La Sociedad Española de
Medicina General (SEMG) recuerda
que la mayoría de los
síndromes demenciales son
irreversibles, razón por la cual
"se debe prestar especial atención
a las demencias secundarias
(aquellas que no representan
un cuadro demencial en sí
mismo, sino que son consecuencias
de hábitos tóxicos)
que sí son tratables, reversibles
si se detectan en fases tempranas
y el paciente recibe el tratamiento
adecuado".
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