La voz ha conseguido ocupar
una posición estelar en
una sociedad cada vez más
ruidosa y estresante. Es una
herramienta esencial de trabajo
para muchas personas pero
"su salud" cada día está más
afectada. Y no es para menos
cuando los especialistas aseguran
que la prevalencia de
las patologías de la voz sigue
aumentando año tras año. En
concreto, a día de hoy, el 5%
de la población española sufre
algún trastorno de la voz que
requiere la intervención de un
especialista. Profesores, cantantes,
actores, locutores,
conferenciantes o teleoperadores
son, entre otros, los
profesionales que presentan
un mayor riesgo de padecer
estos trastornos. Pero, sin duda,
el primer puesto lo ocupan
los profesores de colegio,
entre los que la disfonía es la
causa más frecuente de baja
laboral.
Los trastornos de la voz
suelen aparecer más frecuentemente
en personas de entre
25 y 45 años y, aunque ligeramente,
más en mujeres que
en hombres. Su aparición
suele venir acompañada de
determinadas circunstancias
como la falta de sueño, hablar
más de cuatro horas diarias,
carraspear y toser en exceso,
el ruido y la sequedad
ambiental, el humo y el consumo
de alcohol. Evitar estos
factores de riesgo es fundamental
para prevenir estas
afecciones.
¿Qué es una disfonía?
Con el término disfonía nos
referimos a cualquier trastorno
de la voz. Con ella se abre un
amplio abanico de posibilidades
pues no todas son iguales,
ni mucho menos tienen la
misma trascendencia. Las más
frecuentes son las llamadas
"funcionales", que se producen
por un abuso o un mal uso vocal,
como cuando hablamos
excesivamente y con una intensidad
o tono superior al
normal, gritamos, carraspeamos
y tosemos en demasía,
forzamos la vocalización, cantamos
con una técnica inadecuada
o inhalamos polvo, humo
de tabaco y gases nocivos,
además de beber alcohol. Este
tipo de disfonías adquieren, en
muchas ocasiones, la catalogación
de enfermedad profesional,
como en el caso de cantantes,
actores y profesores.
Cuando el problema reside
en una lesión de los órganos
fonatorios, que en ocasiones
se desencadena también
por un mal uso o un abuso vocal,
las disfonías adquieren el
calificativo de "orgánicas",
siendo las más frecuentes las
provocadas por la presencia
de nódulos y pólipos. Los nódulos
son la patología benigna
más frecuente de las cuerdas
vocales y se manifiestan principalmente
en mujeres entre los
20 y los 50 años de edad. Por
su parte, los pólipos afectan
preferentemente a los varones
de entre 30 y 60 años y requieren normalmente de una
intervención quirúrgica para
su resolución.
Un accidente de tráfico,
un golpe con un objeto punzante,
o cualquier otro traumatismo,
un déficit auditivo y
algunos trastornos psicológicos,
como la neurosis o los
comportamientos hipocondríacos,
también pueden ser la
causa de una disfonía.
Tratamiento
Cuando se presenta un problema
de la voz que se alarga
más de quince días o se
repite con frecuencia es necesario
acudir al otorrinolaringólogo.
El tratamiento de las disfonías,
especialmente de las
orgánicas, se asienta sobre
tres pilares fundamentales: la
medicación, la rehabilitación
y la cirugía. Una buena alternativa
es que el especialista
coordine el tratamiento con
logopedas, e incluso con psicólogos.
En muchas ocasiones
basta con iniciar la rehabilitación
para resolver una disfonía.
En cada una de las sesiones
se corrigen poco a poco
los malos hábitos de emisión
vocal enseñando al paciente
técnicas de relajación de la
laringe y de emisión de voz.
Este tratamiento suele ser suficiente
cuando se trata de
nódulos de formación reciente.
En cambio, los que son
más antiguos requieren microcirugía
laríngea antes de
iniciar la rehabilitación para
evitar que reaparezcan. Hay
que señalar que este tipo de
cirugía, aplicada tanto a nódulos
como en el caso de pólipos
y edemas, apenas ocasiona
complicaciones y tiene
unas expectativas de éxito
cercanas al 98%. La cirugía
también es muy eficaz en lesiones
de las cuerdas vocales
y ciertas malformaciones
congénitas.
En los últimos años ha
habido un aumento muy importante
de recursos diagnósticos
y terapéuticos en la
patología de la voz. Además,
con estos nuevos tratamientos,
especialmente con los
quirúrgicos, se obtienen mejores
resultados y menos
complicaciones.
En la infancia
Pero no hace falta cumplir los
25 años para estar en el punto
de mira de estos trastornos.
Las estadísticas muestran que
el 30-40% de la población infantil
en edad escolar presenta
disfonía.
En general, si un niño presenta
disfonía es porque habla
muy alto. Creen que aumentando
el volumen de su voz
pueden imponerse a los demás.
La pubertad suele traer
por sí sola la solución al problema
cuando la voz cambia y
la laringe crece. Por ello, muy
pocas veces se requiere una
intervención quirúrgica. Aun
así, se puede ayudar a los niños
enseñándoles normas de
higiene vocal. Por ejemplo,
hay que enseñarles a articular
bien las palabras, a no emitir
sonidos mientras inhalan aire y
a no agotar todo el aire mientras
hablan, hasta el punto de
que se les noten las venas del
cuello. Padres y profesores han
de trabajar unidos para cambiar
los malos hábitos vocales
del pequeño. Por supuesto se
ha de educar con el ejemplo:
no grite ni fume en su presencia
y respete su turno de palabra
pues, si le demuestra que
le escucha, el niño no tendrá
que gritar para demandar su
atención.
Envejecimiento
de la voz
Aunque con buena salud y
longevidad el deterioro vocal
se puede reducir o retrasar,
lo normal es que hacia los
65-70 años la voz de los varones
se haga más aguda,
menos fluida, más inestable y
lenta.
El cuerpo además contribuye
a este deterioro. Llegados
a esta edad las cuerdas
vocales se arquean y los músculos
de la cara y de la faringe
se atrofian. en consecuencia
la voz se vuelve más débil
y temblorosa, lo habitual en
un anciano.
Con todo, no hay que
confundir las consecuencias
del envejecimiento natural con
una voz francamente patológica.
Diferentes estudios demuestran
con claridad que los
varones de más de 65 años
que han fumado durante más
de 30 años un promedio de
20 cigarrillos al día tienen una
voz menos clara y menos audible
que aquellos que no han
fumado.
Rehabilitación
y cirugía
Para tratar la presbifonía,
siempre que no exista asociada
una enfermedad neurológica
degenerativa, como el
parkinson, o una afección pulmonar,
como la EPOC, se pueden
emplear dos procedimientos
básicos: la rehabilitación
vocal y la cirugía. Ambos buscan
conseguir un cierre adecuado
de la glotis para que el
aire no se escape. Cuando el
defecto de cierre es grande, la
rehabilitación vocal no resuelve
el problema y se debe emplear
la cirugía. Por lo general, son
intervenciones de corta duración,
de poco riesgo y con buenos
resultados.
FUENTE: Sociedad Española de Otorrinolaringología
y Patología Cérvico-Facial.
Más información: wwww.seorl.net