En esta oportunidad vamosa abordar un tema aparentementemás "amable", y apriori más divertido, que atañea los "peques": el deporte. Eneste mes de septiembre, losdistintos colegios comenzarána ofrecer a su alumnado la posibilidadde apuntarse a algunaactividad deportiva, y buenoes echar un vistazo a quéimplica o supone…
En esta oportunidad vamos
a abordar un tema aparentemente
más 'amable', y a
priori más divertido, que atañe
a los 'peques': el deporte. En
este mes de septiembre, los
distintos colegios comenzarán
a ofrecer a su alumnado la posibilidad
de apuntarse a alguna
actividad deportiva, y bueno
es echar un vistazo a qué
implica o supone para ellos tal
circunstancia.
'La práctica regular de deportes
y juegos desde la primera
infancia y durante la
adolescencia es esencial para
el desarrollo físico, mental, psicológico
y social'. Lo dice
UNICEF. En realidad, es raro
encontrar alguna opinión contraria
a la práctica del deporte
en la infancia -y a ninguna
edad-, si bien es cierto que se
han levantado algunas voces
advirtiendo sobre los posibles
perjuicios que para un organismo
en plena formación y
crecimiento pudieran acarrear
determinados deportes, ya sea
porque exigen demasiado esfuerzo
o porque conlleven
riesgos de caídas o golpes
traumáticos.
Hábitos saludables
En general, la mayoría de los
expertos coinciden en que la
práctica deportiva en la infancia
es la mejor premisa para la
adquisición de hábitos saludables,
y muchos no dudan en
incluirla como una herramienta
más de la Medicina Preventiva,
pues, si además va unida
a una alimentación equilibrada,
será la base de la prevención
de numerosas enfermedades
que causan estragos en la
edad adulta: obesidad, artrosis,
diabetes, cardiopatías, etc., e
incluso se le considera en muchos
casos como un antídoto
contra la droga y la delincuencia
juvenil. Una máxima que
manejan los expertos en este
sentido es que es más fácil inculcar
costumbres saludables
en la infancia que eliminar malos
hábitos en la edad adulta.
La actividad deportiva -indican
los especialistas-, entendida
como juego o actividad
lúdica al margen de competiciones,
contribuye a mejorar la
función cardiovascular, ayuda
a la maduración del sistema
músculo-esquelético y potencia
las habilidades motoras y
cognitivas. Unido a ello, influye
positivamente en sus relaciones
personales con otros niños
y en su integración en los
grupos sociales que lo rodeen.
Competitividad
En cualquier caso, hay que deslindar
entre el deporte de competición,
el deporte especializado
y el deporte con el único fin
de mantenerse en forma.
Así, se estima que la competición
para el niño es un aliciente
para alcanzar determinadas
metas que le pueden ser
muy válidas a la hora de estimular
su autoestima, y un buen
entrenamiento para cuando llegue
a la edad adulta, donde le
espera una sociedad altamente
competitiva en prácticamente
todos los ámbitos. Previamente,
eso sí, recalcan los expertos defensores
de la competición deportiva
en la infancia, ésta ha
de llevarse a cabo en un marco
de estricto cumplimiento de reglas
limpias.
Quienes rebaten estos preceptos,
arguyen que la competitividad
en el deporte infantil,
sobre todo si no se ciñe a reglas
de juego limpio -competitividad
sana- es campo abonado
para que el pequeño quiera
ser siempre el niño en el bautizo
y el muerto en el entierro a
cualquier precio. Sólo le vale
ganar. Esta circunstancia -añaden-
podría ser para él cantera
de futuras frustraciones.
Por otro lado, la dedicación
en exclusiva a un único
deporte tiene como lado bueno
para el niño el que pueda
llegar a dominar sus técnicas,
trucos y vericuetos que lo conviertan
en un veterano experto,
pero tiene la contrapartida
en que puede procurarle un
desarrollo psicomotor desequilibrado.
Para compensar este
extremo, se aconseja la práctica
paralela de otro deporte, si
es posible siguiendo el consejo
de un especialista en educación
física.
Además, a estas edades
tan tempranas los padres deberán
observar previamente
las cualidades y constitución
física de sus retoños a la hora
de orientarlos hacia una determinada
práctica deportiva, lo
que implica cautela antes de
plantear o proponerles deportes
que fundamentalmente
demanden, por ejemplo, el
empleo de la fuerza y resistencia
(halterofilia, remo). La cautela
es necesaria, porque aún
no se ha logrado determinar
qué tipo y qué cantidad de
ejercicio son idóneos para
conseguir una óptima capacidad
funcional y de salud en
los niños en edad escolar.
Más información:
www.aepap.org