Con la llegada de primerosfríos, a veces coincidiendotambién con los primeros catarroso síntomas gripales, hacenacto de presencia las denominadasde modo general gastroenteritisvíricas o gripe intestinal.Es una infección causadapor diversos virus que produceuna inflamación de la mucosagástrica e intestinal. El virus penetraen el estómago y el…
Con la llegada de primeros
fríos, a veces coincidiendo
también con los primeros catarros
o síntomas gripales, hacen
acto de presencia las denominadas
de modo general gastroenteritis
víricas o gripe intestinal.
Es una infección causada
por diversos virus que produce
una inflamación de la mucosa
gástrica e intestinal. El virus penetra
en el estómago y el intestino
e inflama el recubrimiento
de estos órganos.
La gastroenteritis aguda o
diarrea aguda se define como
un cuadro de causa habitualmente
infecciosa, que cursa
con una pérdida excesiva de
agua y electrolitos (sales y minerales)
a través de tracto gastrointestinal.
Esta circunstancia
implica un aumento del número
de deposiciones, que
suelen ser de consistencia líquida
y a veces acompañados
de vómitos, fiebre y dolor abdominal
tipo retortijón. El cuadro
agudo suele durar de uno
a tres días, aunque pueden
pasar de una a dos semanas
antes de que los hábitos intestinales
vuelvan completamente
a la normalidad.
En ocasiones, la gastroenteritis
viral puede acompañarse
de sangre con el vómito o
con las heces. En estos casos
es recomendable consultar el
problema con el médico.
En los niños
En España, la mayoría de las
gastroenteritis agudas tienen
origen viral y, dentro de éstas,
el agente más frecuente es el
rotavirus. Es la principal causa
de gastroenteritis aguda grave
en lactantes y niños pequeños,
que corren un mayor riesgo
de deshidratación y hospitalización
debido a su escaso peso
corporal. Es altamente contagioso
y se transmite por vía
fecal-oral a través de las manos,
el agua y objetos contaminados.
Es resistente a la mayoría
de los desinfectantes y
productos habituales de limpieza,
propagándose con facilidad.
Prácticamente todos los
niños presentan al menos una
infección por este virus antes
de cumplir los 3 años. Cuando
aparece precozmente, entre
los 4 y los 24 meses de vida,
es muy grave.
Según la Asociación Española
de Pediatría, en los climas
templados, como es el caso de
España, las gastroenteritis agudas
por rotavirus en niños se
producen preferentemente en
los meses fríos, de noviembre
a abril, coincidiendo con las
epidemias de bronquiolitis y
gripe.
Los síntomas por contagio
de la gastroenteritis por rotavirus
son vómitos, aletargamiento,
fiebre elevada, orina de escasa
cantidad, ausencia de
lágrimas al llorar, piel seca,
diarrea líquida y frecuente,
ojeras, sequedad de boca y
una sed intensa. Si un niño
manifiesta estos síntomas hay
que acudir de inmediato al pediatra.
La diseminación de rotavirus
es frecuente dentro del
entorno familiar. Se considera
que el 30-50 por ciento de
los adultos en contacto con
un niño infectado también
sufren la infección, aunque
ésta cursa sin síntomas. Hay
que tener en cuenta que el
rotavirus sobrevive bien en el
ambiente y que se puede adquirir
por contacto con superficies
contaminadas. Incluso
un escaso inóculo de partículas
virales es suficiente para
causar la infección.
La gastroenteritis aguda
por rotavirus es especialmente
frecuente en los niños que
acuden a las guarderías, donde
el virus se extiende rápidamente.
Los juguetes, mesas,
utensilios utilizados en la preparación
de los alimentos,
etc. facilitan la diseminación
de la infección. Una de las
medidas preventivas es lavarse
las manos frecuentemente
con jabón. Para desinfectar
superficies presumiblemente
infectadas, lo mejor es utilizar
soluciones desinfectantes que
contengan alcohol en concentración
elevada.
Deshidratación
La gastroenteritis agudas por
rotavirus tiene un comienzo
agudo con fiebre y vómitos
que sigue 24-48 horas más
tarde con diarrea acuosa. El
niño presenta un elevado número
de deposiciones (entre
10 y 20) que habitualmente
no contienen sangre y que
persisten de 3 a 8 días. La fiebre
puede ser alta ocasionalmente,
aunque lo habitual es
que sea moderada. Los vómitos
aparecen en el 80-90% de
los niños y no suelen durar
más de 24 horas. Además, la
asociación de una diarrea profusa
junto a los vómitos da lugar
a una deshidratación más
o menos grave en un elevado
porcentaje de niños, especialmente
en los lactantes más
pequeños.
En estados de fiebre alta o
de diarreas copiosas, el peligro
de deshidratación es inminente,
por lo que se recomienda
prestar especial atención a zonas
como los labios, los ojos y
la piel, procurando mantenerlas
húmedas.
Según la Sociedad Española
de Patología Digestiva, para
combatir la deshidratación se
recomienda suministrar dieta
líquida durante los primeros
días, basada en agua y sueros
orales que contribuyan a reponer
las pérdidas de líquidos y
sales que acompañan este
proceso. El agua de zanahoria
y el agua de arroz permiten
reponer las pérdidas de líquido
a la vez que tiene un efecto
astringente que puede resultar
beneficioso. En el caso de los
niños más mayores que rehúsen
tomar líquidos, los refrescos
isotónicos y de cola pueden
ser una eficaz alternativa.
Por supuesto, se deben evitar
las comidas sólidas, ya que el
intestino se muestra inflamado
y, por lo tanto, agravaría la
diarrea.
En general, hay que suprimir
temporalmente los lácteos,
porque en muchas ocasiones se
produce una intolerancia transitoria
a la lactosa, aunque cuando
hayan pasado unos días se
pueden reintroducir siendo
aconsejable iniciar el consumo
de lácteos con yogures, quizás
con elementos prebióticos como
los suplementados con lactobacterias
o bifidobacterias.
Si la diarrea es muy incapacitante,
y mientras no haya
signos o síntomas como fiebre,
sangre en heces, dolor intenso
o deshidratación, que
hacen aconsejable la consulta
médica, se puede controlar la
diarrea con antidiarreicos,
principalmente la loperamida,
que frena los movimientos del
intestino y permite que el paciente
pueda realizar actividades
cotidianas.
En principio, y a no ser en
situaciones especiales, como
pacientes inmunodeprimidos
(defensas bajas), ancianos,
personas con enfermedades
crónicas asociadas o bien pacientes
con síntomas o signos
de alarma como los anteriormente
comentados, no está
indicado el uso de antibióticos
en la diarrea aguda no
complicada.
Finalmente, si con todas
estas medidas la diarrea no se
controla en aproximadamente
una semana, es conveniente
acudir al médico para que
valore la necesidad de realizar
exploraciones diagnósticas
o de iniciar tratamiento
antibiótico.
FUENTES: Asociación Española de
Pediatría y Sociedad Española de
Patología Digestiva.
Más información:
www.aeped.es/infofamilia;
www.aepap.org/familia/gastroenteritis.htm