La insuficiencia cardiaca (IC)
es la patología cardiovascular
que crece con mayor rapidez
en el mundo. En nuestro
país, según datos de la Sociedad
Española de Medicina Interna
(SEMI), genera alrededor
de 100.000 ingresos hospitalarios
anuales y constituye la primera
causa de hospitalización
en pacientes mayores de 65
años. Se puede producir a cualquier
edad y está considerada
como la epidemia del siglo XXI
dada su alta incidencia, que
ronda el 20% en personas mayores
de 75 años. Dos son las
causas más importantes de su
desarrollo: la cardiopatía isquémica
(estrechamiento de las arterias)
y la hipertensión arterial
no tratada.
Sintomatología
confusa
Un individuo padece insuficiencia
cardiaca cuando su corazón
no bombea sangre con
suficiente eficiencia y por tanto
no puede satisfacer las demandas
del organismo. Para
quien la padece, resulta dificultoso
realizar actividades cotidianas
tan normales como
caminar, subir escaleras o hacer
las tareas de casa.
Según los especialistas,
uno de los problemas añadidos
que plantea esta enfermedad
es la dificultad para identificar
sus síntomas, ya que la
astenia, la hinchazón de las
piernas o la dificultad respiratoria
suelen estar relacionadas
con achaques propios de la
edad. Estos síntomas no son
alarmantes, con lo cual el paciente
no acude al médico.
Los síntomas propios de la
insuficiencia cardiaca son la
disnea (problemas para respirar,
sobre todo con menor
ejercicio o en reposo), tos persistente
o sibilancias (pitos),
edema (acumulación de líquido
en los tejidos del cuerpo),
hinchazón de pies, tobillos o
piernas, cansancio o fatiga, falta
de apetito, náuseas, confusión,
dificultad de concentración,
ganancia rápida de peso
(1 kilo en un día o más de 3
en una semana), disminución
de la cantidad de orina, ritmo
cardiaco acelerado y dolor en
el pecho. Ante cualquiera de
estos signos hay que acudir inmediatamente
al médico.
Opciones
de tratamiento
Por lo general, la insuficiencia
cardiaca no se puede curar,
pero en la mayoría de los casos
la enfermedad se puede
manejar correctamente con
medicación, cambios en los
hábitos de vida o procedimientos
quirúrgicos. Y es en
este aspecto donde reside la
cara más amable de la enfermedad,
pues en la actualidad
se puede conseguir una notable
mejoría en la calidad y
prolongación de la vida.
El tratamiento incluye tres
abordajes diferentes: fármacos,
dispositivos de resincronización
y cirugía. En relación al
tratamiento farmacológico, el
médico determinará la combinación
de medicamentos correcta
para tratar los síntomas.
Por su parte, la terapia de resincronización
cardíaca (TRC)
se basa en la tecnología usada
en los marcapasos y en los dispositivos
cardioversores implantables,
en los que un sistema
eléctrico controla la acción
sincronizada del bombeo de
las aurículas y los ventrículos
del corazón, mejorando la capacidad
del corazón para bombear
sangre y oxígeno al cuerpo.
Asimismo, dependiendo de
las causas subyacentes de la insuficiencia
cardíaca, existen
opciones quirúrgicas para evitar
que aumente la lesión: el
bypass aortocoronario, la sustitución
valvular y el trasplante
cardíaco (en pacientes con insuficiencia
cardíaca progresiva
grave que no mejoran con medicación
ni modificando su estilo
de vida, el trasplante es
prácticamente la única opción
de tratamiento).
Más información:
www.insuficienciacardiaca.com www.saludvascular.es www.fundaciondelcorazon.com