Desde su nacimiento, EL
PERIÓDICO DE LA FARMACIA
viene difundiendo
mensajes sobre la conveniencia
de llevar una dieta sana, cardiosaludable,
carente de tabaco
y aderezada con algún tipo
de actividad física. Todo ello
porque tales medidas constituyen
un buen antídoto contra la
acumulación de triglicéridos en
la sangre y de colesterol "malo"
en nuestras arterias, antesala
de una de las peores lacras
que acechan a la sociedad desarrollada
de nuestros días: las
enfermedades cardiovasculares,
causa directa de la muerte
de más de 300 personas diariamente
en nuestro país.
Sin embargo, las encuestas
de nutrición realizadas hasta
ahora ponen de relieve que tales
mensajes no calan en la población
con la profundidad deseable,
pues un importante sector
de la misma persiste en mantener
una dieta de riesgo, demasiado
rica en grasas saturadas y
extremadamente pobre en frutas,
verduras, hortalizas y pescados,
alimentos que conforman la
base de la dieta mediterránea.
Es más, según advierte el
doctor Javier Aranceta, presidente
de la Sociedad Española de
Nutrición Comunitaria (SENC),
la población infantil y juvenil está
incorporando a pasos agigantados
usos y costumbres alimentarios
caracterizados por la
ingesta incontrolada de bollería
industrial, bebidas azucaradas,
snacks salados, comida rápida y
alimentos precocinados con una
alta densidad energética, pero
de escaso o nulo interés nutricional.
El resultado de todo ello es
una alta prevalencia de obesidad
-que en España se ha duplicado
en los últimos 20 años- y del síndrome
metabólico (situación
que se establece cuando una
persona tienen obesidad abdominal
y, además, padece dos de
los siguientes factores: hipertensión,
exceso de triglicéridos, alta
tasa de colesterol o aumento de
azúcar en la sangre).
Configurar la dieta
Aranceta nos insta a este respecto
a asumir una recomendación
ya universal, que no por sencilla
es menos eficaz: "Debemos reflexionar
a la hora de configurar
nuestra dieta, ya que la alimentación
es la mejor herramienta
para mantener un buen nivel de
salud. Tenemos que recuperar
las virtudes del modelo tradicional
(la conocida dieta mediterránea)
y unirle todo aquello que la
ciencia va demostrando en pro
de un modelo alimentario más
saludable. Valga como ejemplo
que deberíamos incorporar una
ración diaria más de verduras y
dos de frutas, aumentar el consumo
de pescado, disminuir el
de embutidos y carnes grasas, y
controlar la ingesta de bollería
industrial, grasas animales y bebidas
alcohólicas".
Cabe hacer el inciso de que,
en contra de lo que popularmente
se cree, la supresión
de grasas de la
dieta no es una garantía
absoluta de que
con ello vaya a desaparecer
el colesterol
"malo", ya que el hígado
seguirá fabricando
dicho elemento utilizando
como fuente
los hidratos de carbono.
De ahí la conveniencia
de no prescindir
totalmente de las
grasas, pero sí es necesario
que dichas
grasas sean sanas, a
ser posible de procedencia
no animal, como
el aceite de oliva, nuestro
mejor aliado en este caso.
Esteroles
En el objetivo de conseguir un
modelo alimentario más saludable
comienzan a brillar con luz
propia los llamados "alimentos
funcionales" que son aquellos a
los que se han añadido sustancias
biológicamente activas, beneficiosas
para la salud y capaces
de reducir el riesgo de sufrir
ciertas enfermedades, como determinados
minerales, vitaminas,
ácidos grasos omega 3, fibra,
fitoesteroles, etc.
Cierto es que dichos complementos
alimenticios probablemente
nunca podrán sustituir
a los alimentos naturales,
dado que estos últimos contienen
todos los nutrientes esenciales
que necesita el organismo,
pero sí contribuyen, entre
otras cosas, a aumentar las defensas
contra ciertas enfermedades,
en especial las cardiovasculares,
ya que son capaces de
rebajar los niveles de colesterol
malo (LDL). En este sentido es
importante señalar que los expertos
rechazan de plano prescindir
de determinados alimentos
naturales, como el pescado
por ejemplo -rico en ácido graso
omega 3-, y sustituirlo por
algún tipo de suplemento que
contenga este ingrediente.
Es en este contexto en el
que cobra importancia la presencia
de los esteroles en la dieta de
los pacientes cardiovasculares.
Los esteroles son compuestos naturales
de origen vegetal presentes
en pequeñas cantidades en
muchas frutas, verduras, semillas,
leguminosas, aceites y otras
fuentes vegetales, sobre todo de
maíz, colza, girasol y soja; frutos
secos -cacahuetes, anacardos, semillas
de sésamo o almendra- y
cereales integrales, particularmente
en el salvado del arroz.
Las propiedades reductoras
de los niveles de colesterol en la
sangre de esteroles y estanoles
vegetales -también denominados
fitoesteroles y fitoestanoles-,
así como su capacidad para inhibir
parcialmente la absorción
del colesterol en el intestino son
conocidas desde hace casi 50
años. Una vez solventado el
problema de cómo incorporarlos
a los alimentos, en la actualidad
su consumo está autorizado
por la Comisión Europea y ya
forman parte de numerosos
productos alimentarios y al alcance
de quienes necesiten reducir
su colesterolemia y, consecuentemente,
cuidar su salud.
Asesoría médica
o farmacéutica
Según el Consejo Europeo
de Información Alimentaria
(EUFIC), los esteroles
son componentes
esenciales de las
membranas celulares
vegetales, con una
estructura química
muy similar a la del
colesterol. De acuerdo
con esta organización,
está demostrado
que los esteroles
y estanoles vegetales
reducen el colesterol
total y el LDL, ya
que inhiben parcialmente
la absorción
del colesterol, y su
efecto viene a potenciar
otras prácticas,
como por ejemplo una
dieta baja en grasas o el uso
de medicamentos reductores
de colesterol como las estatinas.
Según EUFIC, mediante el
consumo de 1-3 gramos de
esteroles y estanoles vegetales
al día se logra reducir el colesterol
sanguíneo en un 10%;
sin embargo, con cantidades
superiores a los 3 gramos no
sólo no se obtiene una reducción
mayor, sino que resulta
desfavorable. Si se combina la
ingesta de 2 gramos de esteroles
o estanoles vegetales al
día con una dieta sana -pocas
grasas saturadas- puede reducirse
el colesterol LDL en un
15%. Se calcula que la reducción
del 10% del colesterol
LDL conllevaría a lo largo de
la vida una disminución del
20% del riesgo de cardiopatía
coronaria.
Las autoridades sanitarias
advierten, no obstante, que si
además de consumir alimentos
que contienen esteroles y estanoles
se está tomando algún
medicamento reductor de colesterol,
es muy importante el
asesoramiento médico o farmacéutico,
dado que se sospecha
que la ingesta excesiva de estos
compuestos puede reducir los
niveles plasmáticos de betacaroteno
o vitamina A; además,
son productos recomendados
exclusivamente para personas
que quieren o necesitan rebajar
su nivel de colesterol y nunca
deben consumirse con carácter
preventivo.
Más información:
www.aesan.msc.es
www.nutricioncomunitaria.com
www.eufic.org