El ictus, también denominado
accidente vascular cerebral, es
el equivalente cerebral a un infarto
de miocardio y ha sido
definido como un conjunto de
enfermedades que afectan a
los vasos sanguíneos que suministran
sangre al cerebro. Esta
urgencia neurológica constituye
la segunda causa de fallecimiento
en nuestro país y la
primera en la mujer, según la
Sociedad Española de Neurología.
Provoca más discapacidad
"es la primera causa de invalidez
en adultos" y muertes prematuras
que el Alzheimer y los
accidentes de tráfico juntos.
Cada año lo sufren unos
120.000-130.000 españoles.
Existen dos tipos de ictus:
isquémico y hemorrágico. El ictus
isquémico se produce
cuando un coágulo obstruye
una arteria e impide que la
sangre llegue al cerebro. Es el
más común y representa aproximadamente
el 85% de todos
los accidentes cerebrovasculares.
El ictus hemorrágico o hemorragia
cerebral tiene lugar
cuando se rompe un vaso sanguíneo,
con lo cual la sangre
se derrama o se acumula en
una zona del cerebro.
Estos datos dan una idea
cabal de la frecuencia y gravedad
que entraña la enfermedad,
cuyos efectos pueden ser
mortales y dejar serias secuelas,
a menos que el paciente
conozca la sintomatología,
acuda con urgencia al hospital
y sea tratado rápidamente por
un especialista. Sin embargo,
según los datos de la última
encuesta de Conocimiento de
la Población Española sobre el
Ictus, el 72% de los españoles
no sabe lo que es exactamente
un ictus y sólo uno de cada
dos conoce los signos que
alertan de su manifestación.
Horas cruciales
De acuerdo con el informe
elaborado en 2004 denominado
"Impacto social de los enfermos
dependientes de ictus",
coordinado por la catedrática
de Sociología María Ángeles
Durán, el 80% de los enfermos
que sobreviven a un ictus
padecen secuelas físicas, el
45% secuelas físicas y mentales
y el 57% secuelas mentales.
Más del 80% de estos pacientes
no pueden quedarse
solos más de dos horas al día,
el 93% es dependiente para el
aseo, el 87% lo es para vestirse
y el 65% para moverse.
Las horas inmediatas al ictus
son, por tanto, definitivas:
se ha comprobado que los
pacientes que son tratados en
las primeras seis horas por un
especialista en un hospital recuperan
en mayor medida las
funciones neurológicas. En la
actualidad, sólo el 50% de los
afectados ingresa antes de las
seis horas y esto se produce,
además, en áreas sanitarias en
las que la población está más
informada. El problema es
que aún hoy muchos pacientes
acuden al hospital cuando
ya es demasiado tarde.
Se sabe, asimismo, que después
de sufrir un primer ictus el
riesgo de que se repita es muy
elevado y, de hecho, uno de cada
tres pacientes vuelve a sufrir
otro si no se toman las medidas
preventivas adecuadas.
Siempre en relación con las
secuelas, cuando no median la
rapidez del diagnóstico y el tratamiento,
algo más de la mitad
de los afectados (55%) fallece
o queda discapacitado. "Al
margen de la alta mortalidad
asociada al ictus, debe subrayarse
la elevada discapacidad
física que provoca en muchos
pacientes. Sabemos que unas
80.000 personas al año mueren
o quedan discapacitadas a
causa de un ictus, hasta el
punto de que es la primera
causa de invalidez a largo plazo
en el adulto. Si a esto sumamos
que es la segunda causa
de demencia por detrás de la
enfermedad de Alzheimer y
que además eleva el riesgo de
sufrir esta última, resultará fácil
entender que estamos ante
una enfermedad que, según
distintas investigaciones, consume
un 3-6% del gasto sanitario
en los países desarrollados". La
explicación es del doctor José
Álvarez Sabín, coordinador del
Grupo de Estudio de Enfermedades
Cerebrovasculares de la
Sociedad Española de Neurología
(GEECV-SEN). La mortalidad
del ictus, añade, no afecta
sólo a personas con edades
muy avanzadas. Además, hay
que tener en cuenta que su
efecto sobre la calidad de vida
es muy significativo.
Población envejecida
Las predicciones de la Organización
Mundial de la Salud sitúan
a España entre los países
que en un futuro no muy lejano
tendrán una población
más envejecida y, por tanto,
una mayor incidencia de ictus.
Los datos de la Encuesta de
Morbilidad Hospitalaria (INE
2005) ponen de manifiesto
que estas estimaciones ya se
están cumpliendo: cada vez
son más los pacientes ingresados
en el hospital por una enfermedad
cerebrovascular.
Sin embargo, como se ha
apuntado antes, en España
una cuarta parte de los pacientes
con ictus que ingresan
en el hospital no se benefician
de una atención neurológica.
De acuerdo con los datos proporcionados
por el coordinador
del GEECV-SEN, a partir
de las conclusiones del estudio
y aplicando los actuales datos
de incidencia del ictus (268
por 100.000 habitantes/año),
se puede afirmar que si todos
los afectados por un ictus recibieran
atención neurológica,
se podrían evitar cada año en
España 1.933 muertes, 1.859
nuevos ictus y hasta más de
5.520 muertes o dependencias
funcionales. El ingreso de
los pacientes en Unidades de
Ictus disminuye la mortalidad
en un 17%, y la mortalidad o
dependencia funcional en un
25%. Cabe añadir que tras el
periodo hospitalario se inicia
un proceso de rehabilitación
largo y complejo que requiere
la intervención de varios especialistas
(neurólogos, neurorradiólogos,
intensivistas, cardiólogos,
cirujanos vasculares,
neurocirujanos, hematólogos,
personal de enfermería, rehabilitadores
y asistentes sociales).
Todo ello, aducen éstos,
requiere espacios y recursos
que la Administración sociosanitaria
no cubre.
Atención a los
síntomas
Dado que los especialistas hacen
especial hincapié en que
esta enfermedad es una urgencia
médica frente a la cual
los mayores logros, en términos
de supervivencia y recuperación
sin secuelas, se consiguen
en las primeras horas
de haberse producido, es conveniente
estar muy atento a
los síntomas y acudir urgentemente
al hospital, aunque
luego dichos síntomas remitan
por completo, ya que sin
duda se trata de un aviso serio
de que existe el riesgo de
un posterior accidente cerebrovascular
más importante.
Está demostrado que cuando
los síntomas de la isquemia
(disminución del riego)
duran menos de 24 horas -se
habla entonces de ictus menor
o ataque isquémico transitorio
(AIT)- los síntomas desaparecen,
pero la persona
afectada tiene un riesgo muy
elevado de sufrir un infarto
cerebral en los días siguientes.
De ahí la insistencia en que
ante estos casos se acuda
con urgencia al hospital.
La sintomatología depende
de la zona del cerebro dañada
por la alteración del flujo de
sangre, por lo que puede ser
muy variada. De cualquier manera,
en la mayor parte de los
casos se presentan sensaciones
como pérdida de fuerza o de
sensibilidad en medio cuerpo
(la cara, el brazo o la pierna),
dificultad para hablar o entender
lo que se habla, pérdida
súbita de la visión por uno o
los dos ojos o la aparición de
un intenso dolor de cabeza. La
hipertensión arterial, el tabaquismo
y el colesterol elevado
son los factores de riesgo más
importantes junto con la edad,
las arritmias (en concreto la fibrilación
auricular), la diabetes,
el abuso del alcohol, el sedentarismo
y el tipo de dieta. El
control de todos ellos constituye
la medicina más eficaz en la
prevención del ictus.
Trombo o rotura
Cuando se produce la obstrucción
de una arteria, impidiéndose
que la sangre llegue al
cerebro, en la mayor parte de
los casos la causa reside en la
presencia de placas de ateroma,
fenómeno popularmente
conocido como arterioesclerosis.
En otros casos se debe a la
llegada de un trombo desde
otras zonas del organismo, generalmente
desde el corazón.
Estos trombos, si son de tamaño
importante, al desprenderse
y al llegar a arterias más pequeñas
no pueden pasar, con
lo cual las taponan totalmente,
dando lugar a la isquemia
aguda o embolia cerebral.
Si lo que sucede es la rotura
de una arteria cerebral, la
hemorragia intracerebral que
se produce no puede salir al
exterior porque el cráneo lo
impide. La consecuencia es
que la sangre presiona al cerebro,
lo que a su vez origina
falta de oxigenación en la zona
y las consiguientes lesiones
de los tejidos cerebrales. La
causa más frecuente de rotura
de una arteria cerebral es la
presencia de un aneurisma,
esto es, una dilatación permanente
de una arteria causada
por la debilidad de su pared.
Si hablamos de lesión cerebral
en general, entre las causas
que la provocan, según la Federación
Española de Daño Cerebral
(FEDACE), están los traumatismos
craneoencefálicos
producidos por accidentes de
tráfico, laborales, deportivos, caídas
o agresiones, los accidentes
cerebrovasculares (derrames cerebrales,
infarto cerebral) y las
infecciones cerebrales o la falta
de oxígeno en el cerebro tras
una parada respiratoria.
Evitar complicaciones
Llegado el momento del tratamiento,
y teniendo siempre
presente que es necesario ponerse
cuanto antes bajo estricta
vigilancia médica, el tratamiento
específico, según la
Sociedad Española de Neurología,
dependerá del paciente
concreto, de la evolución del
proceso y del tipo de ictus.
Así, en el caso de los infartos
cerebrales de menos de
tres horas de evolución desde
el inicio de los síntomas y en
sujetos cuidadosamente seleccionados
para evitar complicaciones,
es posible la disolución
del coágulo mediante la
administración de fármacos
por vía intravenosa. Este tratamiento,
denominado trombolisis
o fibrinolisis, permite restablecer
la circulación cerebral
y así mejorar la evolución y
reducir las secuelas.
En la actualidad se dispone
de un fármaco (trombolítico)
capaz de disolver los coágulos
que obstruyen las arterias cerebrales,
para abrir las mismas y
permitir el paso de la sangre al
tejido cerebral dañado (isquémico)
en pacientes con infarto
cerebral de menos de tres horas
de evolución.
Hemorragia
intracerebral
El tratamiento del ictus hemorrágico
es semejante al del ictus
isquémico, con dos diferencias
importantes: en el caso
de hemorragia no se administran
anticoagulantes y la cirugía
puede salvar la vida de la
persona, aunque pueden quedar
graves secuelas neurológicas.
El objetivo de la cirugía en
estos casos es eliminar la sangre
acumulada en el cerebro y
disminuir la presión intracraneal,
que está aumentada.
La forma más peligrosa de
ictus es la hemorragia intracerebral.
Generalmente el ictus
es extenso y catastrófico, especialmente
si la persona afectada
padece hipertensión arterial
crónica. Más del 50 por
ciento de las personas con hemorragias
extensas fallecen en
unos días. Las que sobreviven
suelen recuperar la consciencia
y cierta función cerebral al
tiempo que el organismo va
absorbiendo la sangre derramada.
Los problemas tienden
a persistir, pero la mayoría de
las personas con hemorragias
pequeñas suele recuperarse de
forma significativa.
Los doctores Eduardo Martínez
Vila y Jaime Gállego, ambos
de la Unidad de Ictus del
Departamento de Neurología,
Universidad de Navarra, corroboran
que el tratamiento del ictus
depende de la causa y tipo
de trastorno. En el caso del infarto
cerebral, que es la forma
más frecuente, se indican medicamentos
que dificultan la coagulación
de la sangre y facilitan
la circulación sanguínea. Otras
alternativas van dirigidas a destruir
los trombos intraarteriales
mediante agentes trombolíticos.
La cirugía se limita a situaciones
muy concretas, como la intervención
en las arterias carótidas,
siempre que se demuestre que
tienen cierto grado de obstrucción
y que no hayan quedado
secuelas importantes.
Para estos especialistas, el
tratamiento eficaz del ictus
pasa necesariamente por el
reconocimiento del ictus como
una urgencia médica de
la misma categoría que el infarto
de miocardio o el traumatismo
craneal grave. Sin
embargo, afirman, "esta consideración
acerca del ictus no
está muy extendida en la población
general. Por otra parte,
las ideas de irreversibilidad
y catastrofismo terapéutico en
el ictus todavía se siguen
manteniendo en amplios sectores
de la Medicina, e incluso
de la Neurología. No obstante,
en los últimos años esta
actitud ha comenzado a cambiar
y podemos afirmar que el
ictus es una catástrofe prevenible,
lo que exige ante todo un
diagnóstico correcto y la instauración
de un tratamiento
lo más precozmente posible".
Más información:
http://salud.discapnet.es/
http://svneurologia.org/fc/
www.sen.es