El páncreas juega un papel insustituibleen el buen funcionamientodel organismo. Franqueadopor el estómago y elduodeno (primera porción delintestino delgado que se comunicadirectamente con el estómago),esta glándula de unostrece centímetros de longitud esuna fábrica de enzimas, sustanciascreadas ‘por y para’ la digestiónde los alimentos provenientesdel estómago…
El páncreas juega un papel insustituible
en el buen funcionamiento
del organismo. Franqueado
por el estómago y el
duodeno (primera porción del
intestino delgado que se comunica
directamente con el estómago),
esta glándula de unos
trece centímetros de longitud es
una fábrica de enzimas, sustancias
creadas 'por y para' la digestión
de los alimentos provenientes
del estómago y que dan
forma a lo que se conoce como
jugo pancreático, y de hormonas,
como la insulina y el glucagón.
Cuando esta pequeña glándula
falla todo se complica. Uno
de los contratiempos más habituales
es la pancreatitis, es decir,
la inflamación del páncreas. Las
hay de dos tipos, aguda y crónica,
dependiendo de cómo evolucione
en el tiempo. La primera
se presenta de golpe, la segunda
de forma progresiva; en esta
ocasión centraremos la atención
en la pancreatitis aguda.
¿Cuáles son las causas?
Dos son las principales causas de
este problema: las piedras en la
vesícula biliar (colelitiasis) y el
abuso de alcohol. Cuando el
trastorno se origina en la vesícula
es porque uno de estos cálculos
se escapa y viaja por el colédoco,
es decir por el conducto
formado por la unión de los
conductos cístico y hepático,
procedentes de la vesícula biliar
y del hígado, respectivamente.
El colédoco desemboca en el
duodeno y es precisamente en
la desembocadura cuando la
piedra se queda atascada y comienzan
los problemas. Se da la
paradoja de que muchas veces
el conducto principal del páncreas
desemboca en el mismo sitio
que el colédoco, de ahí que
una piedra procedente de la vesícula
pueda ser capaz de provocar
la inflamación del páncreas.
Por su parte, el alcohol produce
inflamación del páncreas al
dañar sus conductos, espesando
el jugo pancreático y pudiendo
originar cálculos dentro de los
conductos, dejando sin vía de
escape al jugo pancreático.
Pero la colelitiaisis y el alcohol
no son las únicas causas de
la pancreatitis aguda. Es más,
hay un porcentaje nada desdeñable
de casos, entre un 10 y
un 25 por ciento, en los que se
desconoce su origen.
Síntomas
Por suerte, la pancreatitis aguda
no pasa desapercibida ya que el
dolor es el principal síntoma.
Aparece de repente y por encima
del ombligo, aunque muchas
veces incluso se puede extender
a ambos lados del
abdomen y la espalda, como si
de un cinturón 'doloroso' se tratara.
Como no es fácil de soportar,
se suele acudir al médico enseguida,
en las primeras horas,
por lo que el tratamiento no se
hace esperar. De intensidad moderada
o severa, el dolor no suele
presentarse solo. Es habitual
que a él se sumen náuseas y vómitos
y, aunque con menos frecuencia,
distensión abdominal y
febrícula. Estos son los síntomas
principales pero existe todo un
abanico que va desde bajada de
la tensión arterial, insuficiencia
respiratoria o renal aguda, insuficiencia
cardiaca, o alteraciones
mentales hasta, si el cuadro es
severo, shock y la propia muerte.
Puede que el trastorno se resuelva
en unas horas o que los síntomas
se mantengan en el tiempo,
semanas e incluso meses, dependiendo
de la gravedad, del curso
de la enfermedad y de la instauración
oportuna del tratamiento.
Diagnóstico
Una vez que el médico se ha
cerciorado de que los síntomas
coinciden con los de la pancreatitis
aguda, será necesario confirmar
el diagnóstico en el hospital
mediante un análisis de sangre
con el que comprobar si el número
de enzimas que fabrica el
páncreas ha aumentado y en
qué cantidad. Cuando la glándula
está inflamada, los resultados
reseñan que por lo menos
hay el doble que en condiciones
normales. Por último, con ayuda
de alguna técnica de imagen se
podrá observar si el páncreas ha
cambiado, ya sea en forma o en
tamaño, o si existen alteraciones
a su alrededor. En este sentido,
la ecografía abdominal permite
ver bien si hay piedras en la vesícula,
pero puede que no recoja
tan claramente cómo se encuentra
el páncreas. En algunos casos
es preciso hacer un TAC, pues
con él se puede ver bien la glándula
y observar la importancia
real de la pancreatitis aguda.
Complicaciones
No todas las pancreatitis agudas
son iguales. Las hay leves o
graves, dependiendo del grado
de inflamación que presente el
páncreas. Por suerte, la mayoría,
8 de cada 10, pertenecen al
primer grupo. En estos casos, el
páncreas se inflama pero no se
destruye y el enfermo se recupera
en unos días. Lo importante
es saber por qué se ha producido
la inflamación para
eliminar la causa y así evitar que
se produzcan nuevos ataques.
El 20 por ciento restante son
graves porque el páncreas se
destruye en un proceso que se
llama necrosis y que consiste básicamente
en la muerte de sus
células. Con este proceso en
marcha es fácil que aparezcan
complicaciones tanto de forma
inmediata como posteriormente.
Aunque actualmente sólo
fallecen entre el 2 y el 5 por
ciento de las personas con pancreatitis,
se juega con la desventaja
de que no siempre es fácil
predecir la gravedad y la evolución
de la enfermedad. Por ello,
predecir a tiempo cuándo una
pancreatitis aguda va a dejar de
ser leve para iniciar la senda de
la gravedad se ha convertido en
uno de los mayores empeños
de los médicos. El mejor aliado
con el que cuentan es el TAC.
Gracias a esta técnica se puede
saber si hay o no necrosis y en
qué grado, el índice más fiable
de gravedad y pronóstico que
existe en la actualidad.
Tratamiento
El tratamiento se realiza siempre
en el hospital para poder vigilar
estrechamente el funcionamiento
de todos los órganos,
corregir las alteraciones que se
produzcan e intentar adelantarse
a posibles complicaciones.
Como cada caso es diferente,
pues no es lo mismo tratar sólo
el dolor y una ligera intolerancia
alimentaría que una necrosis,
el tratamiento ha de adaptarse
a cada caso en concreto.
Para controlar el dolor, el síntoma
por excelencia de la pancreatitis
aguda, suelen ser necesarios
analgésicos potentes.
Lo más importante sin duda
es conocer la causa que ha provocado
el primer ataque y evitar
que pueda volver a suceder. Es
imprescindible no beber alcohol
y, en algunos casos, extraer los
cálculos de la vesícula.
FUENTES: Sociedad Española de Patología
Digestiva y Asociación Española
de Gastroenterología.