Tal y como se puso de manifiesto

en el 2º Simposium de

Pediatría sobre Enfermedades

Infecciosas y su Prevención en

Edad Pediátrica, los niños con

carencias afectivas tienen un

sistema inmunitario debilitado

que no responde correctamente

frente a las infecciones.

Como oponen menos resistencia,

las infecciones en estos

niños son más frecuentes que

en el resto. Además, la falta de

cariño puede llevar a los pequeños

a padecer trastornos

en el comportamiento; un problema

que está asociado a su

vez con un grado de ansiedad

y estrés de tan envergadura

que menoscaba su respuesta

inmunitaria y su defensa frente

a la infección. Por tanto se

puede decir que de un modo

u otro, la carencia afectiva

‘acobarda’ el sistema inmunitario

de los niños.

Asimismo, la adaptación a

los cambios de luz y oscuridad

es más lento en estos niños, ya

que la melatonina, hormona

que regula este tipo de cambios,

está muy por debajo de

la que se correspondería con la

de un niño normal a esa edad.

Más aún, varios estudios han

demostrado que la carencia

afectiva va unida también a un

retraso en el crecimiento que

da como resultado niños con

una talla inferior a la normal.

Crecer en un ambiente familiar

en el que reine el cariño se

convierte así en un pilar más

de la salud de los menores.