El programa rehabilitador
del ictus es un proceso
complejo. "Requiere un abordaje
multidisciplinario", explica
Esther Duarte, médico
miembro de la Sociedad Española
de Rehabilitación y Medicina
Física (SERMEF). "Inicio
precoz, intensidad adecuada,
evaluación periódica y participación
activa de pacientes y
cuidadores", son algunos de
los elementos claves de una
buena rehabilitación.
Estas conclusiones se recogen
en una guía elaborada por
la SERMEF, de la que la doctora
Duarte es autora, en la que
se resalta la importancia de
que en todos los niveles de
atención sanitaria y socio-sanitaria,
hospitalaria o comunitaria,
se asegure la atención de
rehabilitación a cargo de un
equipo multidisciplinar, coordinada
por un médico especialista
en rehabilitación.
El documento destaca la
importancia de que la rehabilitación
después del ictus se
inicie precozmente y con la
intensidad y especificidad
(tecnología, evaluación periódica)
adecuadas.
Muchas de las complicaciones
inmediatas tras el ictus
están relacionadas con la inmovilidad,
por lo que "se recomienda
la movilización precoz
tan pronto como la
situación clínica del paciente
lo permita", explica Esther
Duarte. Por otra parte, el inicio
del tratamiento rehabilitador
durante las primeras 24-
72 horas tras el ictus no
comporta riesgos para el paciente.
De hecho los pacientes
que lo inician durante la primera
semana tras el ictus tienen
menor grado de discapacidad
y más calidad de vida a
largo plazo que los que inician
más tarde.
Además, según esta experta,
"es esencial la participación
activa de pacientes y cuidadores
en el programa rehabilitador,
a través de aulas educativas
y otras medidas que
garanticen la información, la
formación y el soporte tras el
alta hospitalaria".
Segunda causa
de mortalidad
Un ictus constituye un trastorno
brusco de la circulación cerebral
que altera la función de
una determinada región del
cerebro. En nuestro país el ictus
es la segunda causa de
muerte y afecta cada año a
más de 120.000 personas. De
ellos, unos 80.000 fallecen o
quedan con discapacidad. Actualmente
más de 300.000 españoles
presentan alguna limitación
en su capacidad funcional
tras haber sufrido un ictus.
El documento de recomendaciones
de buena práctica clínica
sobre el modelo asistencial
en la rehabilitación del ictus,
basadas en la experiencia clínica
y el consenso de muchos
médicos rehabilitadores de toda
España que la SERMEF ha elaborado
también aborda la intensidad
del tratamiento rehabilitador.
Ésta debe ser "la
máxima que el paciente pueda
tolerar y esté dispuesto a seguir.
En cuanto a su finalización, "se
establece en el momento en
que no se identifiquen nuevos
objetivos funcionales a alcanzar,
o cuando el paciente no quiera
continuar".
Reinserción
en la comunidad
Otra de las cuestiones importantes
es la vuelta a casa tras
el ictus, un proceso complejo
y difícil para el paciente y su
familia que nunca debe suponer
una interrupción de la rehabilitación.
En este sentido, se incide en
el hecho de que "las secuelas del
ictus no son sólo físicas y emocionales,
sino también socio-familiares
puesto que en muchos
casos se ve afectada la participación
del paciente en la vida
laboral, ocupacional y lúdica
cotidiana". Así pues, el grado de
soporte social "modera el impacto
que la discapacidad tiene sobre
la calidad de vida del paciente
que ha sufrido un ictus". Las
asociaciones de pacientes y los
grupos de ayuda mutua ofrecen
un soporte inestimable a largo
plazo que facilita la participación
social de estos pacientes.