Entre el 5 y el 18 por ciento
de la población padece en
España un trastorno poco conocido,
denominado síndrome
de la boca ardiente, que se
caracteriza por quemazón, escozor,
ardor, picor o dolor en
la zona de la cavidad bucal, la
lengua y los labios. Afecta sobre
todo a mujeres, en una
proporción ocho veces mayor
que a los hombres, y aparece
en edad posmenopáusica, por
encima de los 50 años, generalmente
en personas con algún
tipo de conflicto psicológico
de base.
Según ha manifestado el
doctor Santiago Llorente Pendás,
presidente de la Sociedad
Española de Cirugía Oral y
Maxilofacial (SECOM), se cree
que ante la gran predominancia
en el colectivo femenino
'esta patología debe tener algún
tipo de relación hormonal,
aunque no se sabe aún
exactamente su origen'. El estrés
y algún tipo de conflicto
psicológico como, por ejemplo,
el fallecimiento o la enfermedad
crónica de algún familiar,
son considerados por los
especialistas como la causa
única más frecuente, aunque
también se ha relacionado con
otras causas como la diabetes,
la falta de hierro, las infecciones
por hongos o el uso de colutorios
de forma crónica.
Cancerofobia
Uno de los hechos más comunes
en los pacientes que acuden
a las consultas de Cirugía
Oral y Maxilofacial con estos
síntomas es un temor a un posible
diagnóstico de cáncer
oral. 'La 'cancerofobia' que
presentan estos pacientes está
motivada por dos causas', precisa
Llorente, 'por un lado, debido
a la gran cantidad de
consultas que han efectuado
con anterioridad y en las que
han recibido los más variopintos
diagnósticos y tratamientos
y, por otro, por el hecho de
que los síntomas no remiten a
pesar de múltiples remedios'.
Estos motivos acaban preocupando
bastante a los pacientes
que, además, tienen un fondo
psicológico predispuesto.
Este historial de múltiples e
insatisfactorios diagnósticos es
debido, según este especialista,
a que se trata de 'una afección
poco conocida incluso entre
los profesionales y, por
tanto, en muchas ocasiones
con un mal diagnóstico y un
enfoque terapéutico incorrecto'.
Además, se trata de un
trastorno que responde mal a
los tratamientos convencionales
y, en la mayoría de los casos,
requiere psicoterapia.