En España se diagnostican
anualmente más de 1.000
casos nuevos de cáncer en niños
y adolescentes. Pero, a pesar
de la frialdad de estos datos,
hay muchos motivos para
la esperanza. La realidad es
que, en la actualidad, el 75%
de los menores que padecen
un tumor se van a curar y, en
la mayoría de los casos, vivirán
con nulas o mínimas secuelas
de su enfermedad. Todo gracias
al gran desarrollo protagonizado
por la oncología pediátrica
en los últimos años que ha
permitido incluso superar las tasas
de curación del cáncer del
adulto (60%). No se debe olvidar
que basta con echar la vista
atrás cuarenta años para vivir
una época en la que no se curaba
ninguno de los niños que
padecían esta enfermedad. Y es
que, podemos afirmar con rotundidad
que en la actualidad
'la situación de la oncología pediátrica
en nuestro país es excelente',
asegura el Dr. Luis Sierrasesúmaga,
director del área
de Oncología Pediátrica de la
Clínica Universitaria de Navarra.
Pero, no sólo debemos dar
las gracias de esta buena noticia
a las armas terapéuticas
que la ciencia ha puesto a disposición
de los médicos, sino
que es la virulencia y la especial
capacidad de crecimiento
de los tumores infantiles lo que
ayuda a combatirlos. Esta fuerza
hace al tumor 'tener avidez
por coger todo lo que se le da
y que se intoxique con una
gran facilidad por los medicamentos
que nosotros le damos.
Y eso nos permite su destrucción
rápida'.
Una asignatura
pendiente
Ante resultados tan esperanzadores,
los especialistas centran
su preocupación en evitar los
efectos secundarios de los tratamientos,
mejorar la calidad de
vida de los enfermos, atacar los
problemas psicosociales y prestar
una mejor atención a la rehabilitación
de las posibles secuelas.
Pues, tal y como dice el
Dr. Sierrasesúmaga, 'hoy en día
los procedimientos terapéuticos
del cáncer no son específicos
para cada caso, por lo que tienen
muchos efectos secundarios.
Como consecuencia, los
pacientes tratados de cáncer infantil
requieren durante toda su
vida un seguimiento continuo.
El objetivo es hacer frente a posibles
efectos secundarios de la
enfermedad, servir de soporte
psicológico ante situaciones de
estrés postraumático y proporcionar
terapias psicosociales
que faciliten la reincorporación
a la vida cotidiana'.