Conocida coloquialmente
como "oído del nadador",
la otitis externa es una inflamación
o infección de la piel
que recubre el conducto auditivo
externo antes de llegar al
tímpano. Este tipo de infecciones
se produce con más frecuencia
en los climas templados,
y más concretamente
durante los meses de verano,
cuando el deseo de darse un
chapuzón en el mar o la piscina
es irrefrenable, y a veces
hasta necesario. De ahí que los
niños, principales "admiradores"
e impenitentes usuarios
de las mismas, sean las víctimas
propicias de este tipo de
infecciones.
¿La causa? La pediatra
María Fernández Francés, de
la Sociedad Española de Pediatría
de Atención Primaria,
puntualiza a este respecto: "La
otitis externa se debe a la acción
de un microorganismo,
generalmente una bacteria,
que altera los mecanismos de
defensa del oído externo, que
son, principalmente, la integridad
de la piel, el pH ácido
de la misma y el cerumen. Las
bacterias que con más frecuencia
producen esta enfermedad
son las pseudomonas
y los estafilococos. El calor y el
exceso de humedad favorecen
la alteración y el reblandecimiento
del cerumen y de la
piel del conducto auditivo externo
(CAE), lo que unido a
los microtraumatismos, como
los producidos por el rascado,
facilitan el crecimiento de los
microorganismos y la inflamación
de la piel. También los
eczemas y otras dermatitis
propician el desarrollo de otitis
externas, al producir alteraciones
en la piel del CAE".
Síntomas
Uno de los principales síntomas
que pueden indicar la
existencia de una otitis externa,
que no es contagiosa, es el
dolor de oídos, que puede ser
intenso y que se acentúa
cuando nos tocamos el lóbulo
u otra parte del pabellón auditivo
externo, incluso cuando
masticamos. En ocasiones el
dolor puede ir precedido de
picor.
La inflamación del conducto
auditivo lleva también
aparejada la sensación de que
el interior del oído está lleno
de fluido. En ocasiones esta
sensación se materializa en supuración
de líquido que al
principio parece transparente,
pero poco a poco va adoptando
un aspecto y un color amarillento
o purulento. Es posible
también que la audición se
vea afectada temporalmente si
el pus y las impurezas o la inflamación
del conducto auditivo
bloquean el paso normal
del sonido. La fiebre no es un
síntoma habitual de la otitis
externa, pero no se descarta.
El cerumen
Cuando la causa de la otitis
externa no reside en la entrada
de agua -supuestamente
contaminada- en los oídos,
hay que pensar en que es la
acumulación de cerumen en el
canal auditivo el desencadenante
de la infección. El cerumen,
señalan los especialistas,
es una sustancia que produce
nuestro oído en la entrada del
conducto auditivo, con la doble
función de protegerlo física
y químicamente. Su protección
física radica en que
gracias a su consistencia viscosa
puede atrapar las partículas
volátiles que logran introducirse
en el conducto auditivo e
inmovilizarlas. La función química
reside en su pH ácido,
que destruye cualquier bacteria
o virus que entre en contacto
con el cerumen.
El cerumen es producido
por glándulas ceruminosas
que sólo se encuentran a apenas
unos milímetros de la entrada
del conducto auditivo,
nunca en su parte más interna.
De ahí que si uno acostumbra
a limpiarse los oídos
con los clásicos "bastoncillos"
o cualquier otro objeto extraño,
lo que se consigue es introducir
más la cera e impactarla
en la profundidad del conducto
auditivo externo. Unido a
ello, se altera el pH del CAE,
(normalmente bajo) y el contenido
de ácidos grasos y lizosimas
del cerumen, con lo cual
disminuye la capacidad de defensa
contra los gérmenes.
Más información:
www.familydoctor.org;
www.aepap.org/familia/otitisext.htm