Aunque cada bebé vive el nacimiento de sus dientes a su manera lo habitual es que, cuando se inicia este proceso, llore sin razón aparente, se muestre irritado e intranquilo e incluso cambie su patrón de sueño.

Es normal que tenga molestias y que su boca esté dolorida; hay que tener en cuenta que el diente está luchando por salir a la luz y para ello necesita romper poco a poco la encía, que se hincha y enrojece.

Con los primeros dientes es normal que el niño babee más, se lleve todo a la boca y rechace algunos alimentos. Además, aunque parezca que no tiene relación, el nacimiento de los dientes de leche puede traer consigo incluso la irritación del culito del bebé.

Lo habitual es que este pequeño infierno dure como mucho unas semanas. Si el tiempo pasa y el malestar no desaparece, es recomendable consultar con el pediatra pues estos síntomas son los mismos que los de otros problemas que pueden acechar a esta edad. También puede ocurrir que su bebé tenga suerte y que no pase por nada de lo que acabamos de describir. Disfrutará de sus dientes, aprenderá a convivir con ellos y a sacarles provecho sin que nada haya enturbiado su aparición.

Diente a diente

Todo comienza a los seis meses de vida del bebé. Los primeros en aparecer son los incisivos centrales inferiores y tras ellos y en riguroso orden el resto, en total veinte dientes. Lo normal es que cuando el bebé cumpla los treinta meses ya no presente ningún hueco en su dentadura, pero suele darse una tregua. Si nota que su hijo va con retraso, háblelo con su pediatra pero no se alarme. Lo normal es que todo se resuma en un retraso hereditario del que también haya sido protagonista algún miembro de la familia y que carece de trascendencia.

Quizás su hijo nació con algún diente o apareció al poco de nacer. Son los que se conocen como dientes congénitos. Normalmente sólo es uno y se cae espontáneamente, por lo que para evitar que el niño se atragante lo mejor es quitarlo.

Primeros cuidados

El cuidado de los dientes de leche debe comenzar antes del parto. Y es que una de las múltiples sorpresas que nos depara la naturaleza es que los primeros dientes son muy madrugadores, tanto que empiezan a formarse ya en el vientre materno. La alimentación de la madre durante el embarazo es muy importante en este aspecto y ha de tomar la cantidad de calcio, fósforo y vitaminas, entre otros nutrientes, que los dientes de su bebé van a necesitar para nacer sanos y fuertes.

Una vez que el niño ha nacido, después de cada toma, o al menos una vez al día, antes de acostarle, limpie sus encías y la lengua con una gasa humedecida, para así arrastrar los restos de leche o de cualquier otro alimento. De esta forma, se fortalecen las encías y se elimina la placa, bacterias y ácidos responsables de las caries.

Tras el primer diente aparecen otros tantos y para cuidarlos adecuadamente hay que recurrir, cuando el niño cumpla su primer año, a un cepillo de pequeño tamaño y suaves filamentos. Cuando hayan nacido todos los dientes, lo ideal es que se cepillen durante al menos dos minutos y como mínimo dos veces al día, especialmente después de cada comida y siempre con un cepillo adecuado a la edad del niño. Si hay un cepillado que nunca se debe olvidar es el último del día, tras la cena. Durante la noche la boca tiene menos saliva por lo que los restos de alimentos están en contacto con los dientes más tiempo, una circunstancia propicia para que aparezca la caries.

Hasta que su bebé no cumpla dos años no debe de añadir al cepillo pasta de dientes, por lo que mientras este momento llega su único aliado por la limpieza será el agua. Y es que debemos de esperar a estar seguros de que el niño es capaz de escupir el dentífrico al final de cada lavado. Aún así, por si acaso, mientras no tenga más de seis años, tan sólo usará una pequeña cantidad, como un pequeño guisante.

Una condición indiscutible de la pasta de dientes ideal para los niños es que contenga flúor, para reforzar el esmalte de los dientes. En este sentido, también es conveniente controlar que el niño toma la cantidad de flúor adecuada a través del agua que bebe. Si es embotellada no suele haber ningún problema, pero si es del grifo, dependiendo de la zona geográfica será necesario en algunas ocasiones aportar suplementos de flúor en los niños mayores de seis meses. Pero nunca hay que dar estos suplementos sin que hayan sido prescritos por el pediatra, ya que el exceso de flúor puede producir, entre otros efectos, manchas en los dientes.

Predicar con el ejemplo

Los padres han de conseguir que el pequeño vea el cepillado de dientes como un juego y no como una obligación. Aprende a marchas forzadas y en esta carrera tiene gran trascendencia lo que le vea hacer a usted, de modo que logrará que le imite cada vez que le vea cepillarse los dientes, aunque luego a usted le tocará repasar el cepillado. Con el tiempo y una dosis de paciencia conseguirá que poco a poco aprenda a limpiarse los dientes por sí mismo, un momento que suele llegar alrededor de los tres años. A esta edad, comienza su socialización: empiezan a ir al colegio y es posible que ya no coman en casa. Pero aún así no puede desentenderse de la higiene bucal del niño; hasta que no cumpla los ocho o nueve años ha de ayudarle y controlar que lo haga correctamente.

En este continuo proceso de aprendizaje, siempre ha de buscar la opción que mejor convenga a su pequeño. Por eso, le recomendamos que cuando se ponga delante del espejo del baño con él, le muestre la que se conoce como técnica de barrido horizontal, que no es más que cepillar todas las superficies de los dientes con movimientos horizontales (de atrás hacia delante) muy cortos y presionando suavemente sobre ellos para lograr eliminar los restos de alimentos. No se olvide enseñarle a usar el hilo dental cuando los veinte dientes de leche ya estén fuera, pero no sin antes pedir a su dentista que le aconseje sobre cómo utilizarlo.

Otra de las cosas que ha de tener siempre en mente es que cuando limpia el chupete o la tetina con su saliva antes de dárselo a su hijo o cuando prueba los alimentos para comprobar que están bien de sabor o que no están demasiado calientes puede transmitir a su niño a través de la saliva gérmenes que tiene en su boca y que, además de posibles infecciones, pueden también dañar sus pequeños dientes.

Visita al dentista

Lo ideal es llevar al niño a la consulta del odontopediatra, dentista especializado en el cuidado de los dientes del niño, cada seis meses si no hay nada que enturbie la salud buco-dental del pequeño y cada tres meses o una vez al mes si existe algún problema. Con estos plazos, el especialista puede detectar a tiempo posibles problemas, corregirlos antes de que se desarrollen y aconsejar a los padres el mejor cuidado preventivo que existe para hacerles frente. El niño acatará como algo normal la visita al dentista y será más fácil que siga con esta costumbre el resto de su vida.

Todo parece apuntar a que el niño está listo para estrenarse en la consulta del dentista una vez que ha cumplido los seis meses de vida y siempre antes de su primer cumpleaños. El niño verá como algo normal la visita al dentista y será más fácil que siga con esta costumbre el resto de su vida.

Seguro que hay quien no comprende que se tenga que procurar tantos cuidados a unos dientes que al fin y al cabo tan sólo duran unos años, pero la realidad es que de ello depende el buen estado de los dientes del futuro. Les guardan el espacio que necesitan y les guían para que salgan correctamente. Con ellos el niño crece y se desarrolla, por lo que necesitan que sean fuertes y sanos para poder masticar, hablar y lucir una bonita sonrisa.

Es más, es tal la importancia de los dientes de leche que cuando un niño se rompe alguno accidentalmente, el futuro del diente permanente se ve afectado, ya que mientras se forma está íntimamente unido a la raíz del de leche. Si el golpe es tan fuerte que el diente de leche sale despedido o la caries se ha adueña de uno de ello y hay que extraerlo las cosas se complican aún más para la dentadura permanente. De repente, la boca luce unos huecos vacíos antes de tiempo. El diente permanente aún no está listo para ocupar ese lugar y los dientes de leche que aún se mantienen puede que opten por agruparse para intentar rellenar el hueco que han dejado sus compañeros. Con tal desbarajuste, no es raro que los dientes fijos salgan torcidos o en algún lugar que no les corresponde.

FUENTES: Colegio Oficial de Farmacéuticos de Madrid, Sociedad Española de Odontopediatría, Asociación Española de Pediatría.