El Tai Chi es una antigua

forma de ejercicio aeróbico

de origen chino, que se

fundamenta en el desarrollo

de la coordinación y el equilibrio.

Se ha introducido en España

como una actividad

terapéutica, sin llegar a ser

una práctica agresiva como lo

es en otros países.

Puede ser realizado por

personas de todas las edades

y condiciones físicas. Los que

lo practican toman conciencia

de su cuerpo y logran entenderlo

mejor, por lo que pueden

evitar las malas posturas,

favorecer la circulación de la

sangre y corregir los excesos y

deficiencias.

Con el Tai Chi se pueden

obtener enormes beneficios.

Como gimnasia suave y gracias

a sus movimientos delicados y

relajados y a su forma especial

de ejecutarlos, fortalece el organismo

aumentando las defensas

y activando la circulación

de la sangre, además de

mejorar la memoria y la concentración.

Al relajar los musculos

de la espalda favorece un

movimiento más suelto y cómodo

de la columna y, además,

los giros contInuos que se

realizan mejoran la salud de las

superficies cartilaginosas de las

articulaciones, previniendo la

artritis y la artrosis.

Asimismo, ciertos estudios

científicos han puesto de

manifiesto los beneficios del

Tai Chi en la osteoporosis,

uno de los mayores problemas

en la edad adulta. Concretamente,

se asocian tres

efectos beneficiosos en las

personas que sufren esta enfermedad:

mejora la flexibilidad,

el equilibrio y la fuerza

muscular, por lo que se reduce

el riesgo de caídas.

También estudios recientes

apuntan a que la práctica

prolongada de Tai Chi puede

tener un efecto sobre la masa

ósea, de manera que mujeres

menopáusicas que lo realizan

obtienen un aumento de la

misma y una reducción de la

pérdida de hueso que se produce

progresivamente después

de la menopausia.

Es recomendable especialmente

para todas aquellas personas

que quieran obtener

equilibrio, concentración, fortaleza,

flexibilidad, movilidad,

coordinación y memoria. También

es eficaz para los que

quieran liberarse de dolores

crónicos, hipertensión, trastornos

respiratorios y digestivos,

estrés, trastornos sexuales y

debilidad nerviosa.