Se trata de un descubrimiento
relativamente reciente.
Corrían los años 70 -aún no han
pasado cuatro décadas- cuando
se observó que los esquimales
de Groenlandia presentaban
unos índices de enfermedades
coronarias sorprendentemente
bajos en comparación con los
registrados en el resto del mundo,
especialmente en los países
desarrollados, donde dichas enfermedades
causaban -y siguen
causando- verdaderos estragos.
Puestos a observar más de cerca
el porqué de tan portentoso fenómeno,
y una vez descartado
un origen genético, se llegó a la
conclusión de que la causa residía
en el tipo de alimentación
de estos esquimales.
¿Y qué tenía o tiene de particular
dicha alimentación? Pues
que por razones geográficas, y
sobre todo climáticas, la dieta de
la población esquimal es altamente
calórica, muy rica en proteínas
y grasa animal -como en la
mayoría de los países occidentales-,
pero con una particularidad
añadida: es especialmente generosa
en grasas procedentes de
pescados azules y animales marinos.
En otras palabras, alimentos
con un abundante contenido de
ácidos grasos omega-3.
Esenciales
Hoy día sabemos que este tipo
de componentes forman parte
de los llamados ácidos grasos
"esenciales" que, como indica
su nombre, son vitales para el
desarrollo físico y mental de los
seres humanos, con la característica
añadida de que nuestro
cuerpo no puede fabricarlos y
por tanto debemos recurrir a
ciertos alimentos que sí nos lo
aportan en la cantidad requerida.
En la categoría de las grasas
poliinsaturadas hay dos
subtipos importantes de ácidos
grasos: los omega-3 y los omega-
6 (los aceites vegetales son
ricos en ácidos omega-6; están
contenidos en verduras, frutas,
frutos secos, cereales y semillas).
Los omega-3 comprenden
el ácido linolénico, el ácido
eicosapentanoico (EPA), y el
ácido docosahexanoico (DHA).
En la actualidad, ningún experto
parece albergar dudas sobre
el efecto beneficioso que los
omega-3 ejercen ante situaciones
potencialmente trombóticas
e inflamatorias, punto de
partida de los procesos ateroescleróticos.
Es reconocida su capacidad
para reducir el riesgo
de arritmias, los niveles de triglicéridos
y levemente la presión
arterial; además, son capaces
de retardar el proceso de acumulación
de placa grasa en las
arterias, el temido colesterol
"malo". Quizá por ello ha proliferado
últimamente el pequeño
texto agregado en los envases
de diversos productos: "Contiene
ácido graso omega-3″, que
se ha convertido en todo un reclamo
de calidad "saludable".
A este respecto hay que cerciorarse
de que dichos alimentos
enriquecidos con omega-3 indiquen
la presencia no sólo del
ácido linolénico, sino especialmente
de los mencionados DHA
y EPA, los componentes del
omega-3 que verdaderamente
protegen contra las enfermedades
cardiovasculares. El EPA está
asociado a la reducción de los
niveles de colesterol y triglicéridos,
y al DHA se le relaciona con
el desarrollo visual y cerebral del
feto y recién nacidos. El ácido linolénico
es igualmente imprescindible
para el funcionamiento
de nuestro organismo y se encuentra,
de forma natural, en
nueces, borraja o aceite de soja,
pero sólo a los EPA y DHA se les
atribuye capacidad para prevenir
o reducir el efecto de las enfermedades
cardiovasculares.
La estrella: el salmón
Los componentes EPA y DHA
están presentes en pescados
grasos o "azules" (anchoas,
arenque, atún, bonito, boquerón
caballa, chicharro, jurel,
trucha, salmón, sardinas, verdel).
Pero de todos ellos, el
pescado "estrella" en este nuevo
concepto de "alimentación
cardiosaludable" es el salmón, y
aunque ningún alimento por sí
solo puede mejorar la salud de
una persona, comer más pescado
puede ayudarnos a mejorar
nuestro estado de salud.
Tal es así, que sociedades
médico-científicas de gran prestigio,
como la Fundación Española
del Corazón (FEC) y la Asociación
Americana del Corazón
(AHA), recomiendan consumir
entre 2 y 3 gramos semanales
de ácidos grasos omega-3, lo
que equivale a ingerir entre una
y tres raciones semanales de pescado
azul, y mejor si es salmón.
No obstante, la FEC señala
que, a pesar de todos sus beneficios
y propiedades, el consumo
de este tipo de pescado azul
se ve mermado "por la falsa creencia
de su elevado aporte calórico",
cuando realmente sólo
"aporta alrededor de 140 calorías
por 100 gramos".
La Agencia Española de Seguridad
Alimentaria y Nutrición
indica que un consumo de pescado
azul fresco de dos veces
por semana (ración de 150 gramos)
cubre la cantidad necesaria
de EPA y DHA sin necesidad de
recurrir a los alimentos enriquecidos.
"Esto no significa que estos
alimentos no sean saludables,
solamente que nunca
deben ser sustitutos del pescado
azul, ya que este alimento, además
de proporcionar mayor
cantidad de EPA y DHA que los
modificados, presenta otras ventajas
nutricionales que los demás
alimentos carecen".
Más información:
www.eufic.org
www.aesan.msc.es