Sale de la consulta del médico
con la confirmación de
que lo que le ha dejado todo
el fin de semana en la cama es
una gripe y con una receta de
un medicamento que nunca
antes había tomado. Su médico
le explica cómo tomarlo pero
quiere consultar también a
su farmacéutico, lleva toda la
vida en el barrio y su opinión
es muy importante para usted.
Se marcha tranquilo a casa pero
decide no tomarlo sin antes
leer el prospecto que le acompaña.
Lo desdobla con cuidado,
coge sus gafas y se decide
a leer ese amasijo de letras que
parece no tener fin. La letra es
mecanografiada pero para usted
es como si hubiera salido
de la pluma ininteligible de su
médico. Es pequeñísima y dibuja
algunas palabras que
nunca antes había oído. Aún
así se arma de paciencia y se
esfuerza en esclarecer el acertijo
que tiene delante.
De repente, llega al apartado
de 'posología'. Ni siquiera
sabe lo que significa pero intuye
que se refiere a cómo tomar el
medicamento. No lo entiende
muy bien, así que se alegra
enormemente de haber hablado
con su médico y su farmacéutico.
Sigue leyendo y se encuentra
con el temido 'efectos adversos'.
La lista de posibles consecuencias
es larga así que piensa por
un segundo en no tomar ni una
sola pastilla por si se hiciera realidad
el dicho de que 'es peor el
remedio que la enfermedad'. Un
instante después reflexiona y da
un voto de confianza a los profesionales
sanitarios que le han
atendido. Si ellos se lo han recomendado
será por algo.
Si esto fuera sólo una
anécdota no habría ningún
problema y ni siquiera sería necesario
escribir estas líneas. Pero
basta con preguntar a unos
y a otros para darse cuenta de
que alrededor del prospecto se
ha creado una merecidísima leyenda
negra.
Preocupación
constante
El problema fundamental del
prospecto es que a veces parece
más un tratado de Medicina
que un documento creado
para dar al ciudadano la información
que necesita para utilizar
el medicamento de forma
adecuada.
Los profesionales de los medicamentos
no son ajenos a este
problema, y son conscientes de
que no se puede reclamar a los
ciudadanos un uso responsable
de los medicamentos y a la vez
ofrecerles prospectos que no
son fáciles de entender. Así 'La
encuesta de la Organización de
Consumidores y Usuarios (OCU)
sobre legibilidad de prospectos' ha
hecho saltar más de una alarma.
Al preguntar a la gente de 'a
pie' sobre el apartado 'posología'
se observó que, dependiendo
del medicamento en cuestión,
entre un 8 y un 60% de
personas encuestadas no sabían
interpretar correctamente las
instrucciones sobre cómo tomarlo.
Es decir, en algunos casos,
más de la mitad de las personas
que leían el prospecto
adquirían una idea equivocada
de cómo se debía hacer.
Por otra parte, en 2005, la
Dirección General de Farmacia
del Ministerio de Sanidad y la
Escuela Andaluza de Salud Pública
elaboraron un estudio en
el que, entre otros aspectos, se
constataba que un alto porcentaje
de ciudadanos confían en
lo que les dice su médico, acuden
al farmacéutico para aclarar
sus dudas y leen el prospecto
para complementar la información
que le dan los especialistas
en salud, pero también muchas
de estas personas que formaban
parte del estudio confesaron
que tras leer el apartado de
'efectos adversos' recogido en
el prospecto decidieron no tomar
el fármaco o tomarlo en
menos dosis por miedo a sus
posibles efectos secundarios.
Buscando una solución
El pasado mes de junio, la Asociación
Española de Derecho
Farmacéutico presentó a las
administraciones y al sector
farmacéutico el estudio 'La Redacción
del Prospecto: recomendaciones
para mejorar su comprensión',
unas directrices en
las que apoyarse para redactar
prospectos de medicamentos
que pudieran ser entendidos
por todos y en los que la información
que se ofrezca no sólo
sea rigurosa, sino también legible
y comprensible. En su elaboración
participaron profesionales
de la Agencia Española
del Medicamento, Farmaindustria,
la OCU, el Colegio Oficial
de Farmacéuticos de Madrid,
médicos y juristas.
Posteriormente, el 11 de
octubre de 2007, el Consejo de
Ministros aprobó un Real Decreto
que desarrolla la Ley de
Garantías y Uso Racional de Medicamentos
y Productos Sanitarios
en el que, entre muchos
otros aspectos, se regula el diseño
y contenido de los prospectos.
El objetivo de esta nueva
norma es reducir al mínimo
los términos de naturaleza técnica,
facilitar la comprensión y
favorecer que los ciudadanos
conozcan mejor el medicamento.
La forma de conseguirlo es
someter el prospecto, antes de
su aprobación, a pruebas de
consultas con grupos de pacientes
o usuarios.
El citado estudio 'La Redacción
del Prospecto: recomendaciones
para mejorar su comprensión'
propone una serie de
cambios esenciales para que el
prospecto se entienda mejor. El
cuadro con los diez principios
básicos que se encuentra en la
parte superior de esta página
es, en resumen, lo que se espera
conseguir con esta iniciativa.
En este punto nos limitaremos a
mostrarle algunos ejemplos
prácticos. Por ejemplo, en aras
de primar la sencillez se apuesta
por hablar de 'medicamento' y
no de 'especialidad farmacéutica'
o 'fármaco' y de 'efectos adversos'
en lugar de 'reacciones
adversas'. Un buen prospecto
se comprende bien, por eso al
lado de expresiones como
'reacciones alérgicas' se han de
recoger cuáles son los síntomas
claves de dicho síndrome o enfermedad
y se ha de huir de
términos técnicos, aunque eso
suponga tener que utilizar más
palabras para explicar un determinado
concepto. Así, es mejor
decir 'digestión pesada, ardor y
acidez' que dispepsia y es preferible
explicar de forma comprensible
y concisa cuál es el
principio activo o los medicamentos
que no se pueden tomar
a la vez que el fármaco en
cuestión que limitarse a dar un
nombre que nadie conoce. Por
eso, no se ha de nombrar, por
ejemplo, a la fluoxetina sin más
sino acompañar el término con
una breve explicación: fluoxetina,
medicamento para el tratamiento
de la depresión.
Conocerlo mejor
Mientras todos los cambios
previstos para la mejora del
prospecto se hacen realidad,
tenemos que conformarnos
con el modelo actual y conocerlo
lo mejor posible para
comprenderlo mejor.
El prospecto no es más que
el texto que acompaña al medicamento
y que contiene sus características
principales. Basta
con coger el de dos medicamentos
distintos para darse
cuenta de que siempre están estructurados
de la misma forma.
Es muy importante conservarlo
junto con el medicamento
en su envase original. De esta
forma, podrá consultarse siempre
que sea necesario, evitando
así posibles confusiones. Además,
se han de seguir siempre
las instrucciones en cuanto a dosis
y número de tomas diarias,
no aumentar la dosis de un fármaco
ni alargar innecesariamente
el tratamiento. Si su médico le
ha indicado una dosis distinta de
la establecida en el prospecto,
confirme con él que ha entendido
bien, hay medicamentos con
muchas pautas posológicas, como
los antibióticos y a veces no
todas están recogidas en el prospecto.
Siga los consejos de utilización
de antes, después o con
las comidas. Antes: 1 hora antes,
después: 2 horas después de las
comidas y con las comidas: junto
con los alimentos. En caso de
duda, consulte a su médico o
farmacéutico.