Todos somos conscientes de que durante el verano es necesario proteger la piel, especialmente de los rayos del sol, pero con la llegada del frío tendemos a no prestar tanta atención a nuestro envoltorio natural. Y en esto nos equivocamos, porque aparecen en escena otros agresores propios de esta época del año: el frío, el viento, los cambios bruscos de temperatura y la sequedad producida por las calefacciones. El resultado final es deshidratación y aumento de trastornos cutáneos que hacen que la piel se reseque, se irrite y enrojezca, lo que se traduce en una piel seca, descamada y con fisuras y, por tanto, en un mayor envejecimiento cutáneo.

Tenemos que proteger del frío especialmente la cara y la mejor forma de hacerlo es con una hidratación adecuada. Según recomienda la Academia Española de Dermatología, una vez que hemos limpiado cuidadosamente la cara y el cuello, debemos usar tanto por la mañana como por la noche más cantidad de crema hidratante que la que acostumbramos el resto del año. En general, en esta época lo mejor es utilizar cremas específicas para pieles sensibles y, para el resto del cuerpo, jabones suaves y desodorantes sin alcohol. La exfoliación para eliminar las células muertas es recomendable pero si se hace con moderación, como mucho una vez a la semana.

Nariz y labios merecen una especial atención, ya que con los procesos catarrales típicos de esta época del año, la combinación de mucosidad, el uso continuado de pañuelos y el frío pueden irritar y enrojecer intensamente esta zona. En la farmacia pueden adquirirse bálsamos formulados específicamente para tratar la piel de la nariz y de los labios que proporcionan una acción reparadora, hidratante y protectora. Además, hay que evitar humedecer los labios con saliva cuando estén secos ya que, aunque en un primer momento la sensación es de alivio, después se produce una irritación y sequedad aún mayores.

A cada piel, sus cuidados

Pero no todas las pieles son iguales y, por tanto, no responden de la misma forma ante las inclemencias del tiempo. El frío perjudica especialmente a las pieles sensibles, que se enrojecen e irritan más fácilmente, razón por la que deben estar más protegidas que el resto. Para este tipo de piel se recomiendan cremas de día protectoras, nutritivas, calmantes e hipoalergénicas.

La piel seca puede verse afectada especialmente por los cambios de temperatura y por los ambientes con excesiva calefacción, agrietándose y resecándose con mucha facilidad ante las bajas temperaturas. Para calmarla se pueden utilizar cremas de textura grasa que compensen la pérdida de agua y grasas.

Finalmente, las pieles grasas y mixtas son las únicas que obtienen algún provecho del invierno. Gracias al frío los poros se contraen y su aspecto se vuelve más suave y menos graso.

En cuanto a la higiene corporal, la ducha debe ser corta, no más de 10 minutos, y la temperatura del agua tibia, por debajo de los 32°.

Protección solar

Aunque la intensidad de la radiación solar ya no tiene tanta fuerza como en verano, sigue existiendo, por lo que no se puede bajar la guardia. Por ello, es esencial mantener la fotoprotección con cremas y barras labiales solares durante todo el año, sea cual sea el tipo de piel. Lo más adecuado es utilizar cremas hidratantes que incorporen fotoprotectores con un índice de protección de 15 ó 20 para pieles normales, o superior si la piel es muy sensible.

No debemos olvidar nunca esta recomendación, pero hay que ser mucho más cautos si estamos en contacto con la nieve, ya que la reflexión de los rayos ultravioletas en la nieve es muy superior a la que se produce sobre el agua o la arena, con lo que el riesgo de quemaduras solares se multiplica. En estas circunstancias es esencial utilizar cremas y barras labiales con alto índice de fotoprotección y abrigarse para no exponerse a las inclemencias del tiempo, evitando el frío, sobre todo en las manos.

Además del sol, también hay que protegerse del frío utilizando ropa y calzado adecuados a esta época del año. Lo mejor es decantarse por calzado y ropa transpirable, como la de algodón, evitando el sudor y el recalentamiento con prendas holgadas y abrigándonos en capas. De esta forma, podemos quitarnos o ponernos ropa según la temperatura en cada momento del día.

Humedad

La calefacción reseca mucho el ambiente y, por tanto, también la piel. Para evitarlo son útiles los humidificadores, capaces de aumentar los índices de humedad entre un 30 y un 50 por ciento. Este instrumento es fundamental en aquellos hogares en los que vivan personas con la piel seca, sensible o con enfermedades cutáneas, como la psoriaris o la dermatitis atópica, que empeoran en esta época del año y que necesitan por tanto más cuidados y precauciones. También puede ser de gran ayuda colocar recipientes con agua cerca de los radiadores.

FUENTES: Academia Americana de Dermatología, Academia Española de Dermatología y Sociedad Española de Medicina Estética.