En el mundo occidental, según
pone de relieve un trabajo
elaborado por el Ministerio
de Sanidad y Consumo, los hábitos
alimentarios se caracterizan,
cuantitativamente, por un
consumo excesivo de alimentos,
superior, en términos generales,
a las ingestas recomendadas
en cuanto a energía y
nutrientes para el conjunto de
la población y, cualitativamente,
por un tipo de dieta rica en
proteínas y grasas de origen
animal.
De acuerdo con el citado
informe, la dieta española responde
a estas características, si
bien tiene como ventaja frente
a otros países europeos la presencia
de un mayor consumo
de vegetales y de pescado y el
uso de aceites de origen vegetal
para cocinar. Además de una
alimentación correcta y equilibrada,
la lucha contra el sedentarismo
y la promoción de estilos
de vida saludables, son la
mejor manera de mantener niveles
adecuados de salud en todas
las etapas de la vida.
La familia, lugar
de origen
Los hábitos alimentarios nacen
en la familia, pueden reforzarse
en el medio escolar y se consolidan
en el medio social. Sufren
las presiones del marketing y la
publicidad ejercida por las empresas
agroalimentarias. A este
respecto, cabe añadir que entre
los factores que han incidido
en la evolución del comportamiento
alimentario, se citan
el paso de una economía de
autoconsumo a una economía
de mercado, el trabajo de la
mujer fuera del hogar, los nuevos
sistemas de organización
familiar…, pero sin olvidar que
a la postre es la cultura la que
fija los principios de exclusión y
de asociación de los distintos tipos
de alimentos que configuran
la dieta.
En cualquier caso, las encuestas
demuestran que la elección
de alimentos está condicionada
por el factor económico y
el gusto en primer lugar, seguido
de la comodidad, simplicidad
en la preparación culinaria
y el valor nutritivo que los alimentos
aportan a la dieta.
En la actualidad existe una
gran preocupación por la salud
y se reconoce a la alimentación
adecuada como un instrumento
de protección de la salud y prevención
de la enfermedad. En
este sentido conviene recordar
las recomendaciones de la Fundación
Española del Corazón:
" Una dieta cardiosaludable
rica en frutas, verduras,
aceite de oliva y pescado y pobre
en grasas saturadas previene
la aparición de factores de
riesgo cardiovascular, como la
hipertensión, la diabetes y la
hipercolesterolemia.
" El aceite de oliva como
grasa monoinsaturada reduce
el colesterol LDL (o "malo") y
consigue favorecer el colesterol
HDL (o "bueno").
" Los alimentos ricos en
ácidos grasos omega-3, como
el pescado azul, previenen las
enfermedades cardiovasculares.
"Fast Food"
y "chucherías"
Entre los hábitos alimentarios de
niños y adolescentes destaca el
consumo, en ocasiones excesivo,
de hamburguesas, perritos
calientes, sándwiches, etc., cuyo
denominador común es la preparación
muy sencilla, consumo
fácil (panes blandos, carnes trituradas)
y la saciedad inmediata.
Su perfil nutritivo puede
definirse como hipercalórico,
hiperproteico y con elevado
contenido graso.
Consumir estos alimentos
de vez en cuando no presenta
mayores problemas en el conjunto
de una dieta variada, pero
el problema radica en la reiteración
de su consumo que
puede generar hábitos alimentarios
inadecuados. Por ejemplo,
las hamburguesas, generalmente,
se acompañan de
una bebida refrescante y un
postre dulce, prescindiendo de
ensaladas, verduras, legumbres,
frutas, etc., necesarias en
una dieta equilibrada.
Según indica el Ministerio
de Sanidad y Consumo, "no
existe ningún alimento que
deba eliminarse de la dieta,
pero hay que evitar que se desarrollen
patrones de consumo
monótonos, ya que interfieren
con los hábitos alimentarios
saludables. Estamos en un
mundo en el que prima la comodidad
en la elección de alimentos,
pero hay que intentar
que la variedad en la dieta sea
el factor esencial de dicha
elección".
Otra característica de los
hábitos alimentarios de la infancia
y de la adolescencia es el
abuso en el consumo de "chuches",
término que alude a un
conjunto de productos dulces y
salados, de formas y sabores diversos,
de escaso o nulo interés
nutricional y que se picotean a
cualquier hora del día.
Una de las consecuencias
de su consumo es la falta de
apetito en el momento de la
comida convencional, pues su
contenido calórico debido al
azúcar y a las grasas, que
constituyen la mayor parte de
sus ingredientes, provoca la
saciedad suficiente como para
provocar inapetencia.
Si además se trata de productos
azucarados puede formarse
un substrato dulce que
favorece la supervivencia y desarrollo
de los microorganismos
que atacan la placa dentaria
y provocan caries, ya que
no es posible mantener la necesaria
higiene dental cuando
se están consumiendo en cualquier
momento del día.