Sufrir un segundo ictus
aumenta en un 73% las
posibilidades de fallecer y un
39% el riesgo de quedar dependiente
respecto a aquellas
personas que sufren esta urgencia
neurológica por primera
vez. "Los datos que se manejan
reflejan que buena parte
de los españoles que sufren un
ictus corren un riesgo importante
de padecer otro, que será
más grave que el primero
en términos de mortalidad y
gravedad de las secuelas", tal
como ha asegurado el doctor
José Álvarez Sabín, coordinador
del Grupo de Estudio de
Enfermedades Cerebrovasculares
de la Sociedad Española de
Neurología (GEECV-SEN). Sin
embargo, y como añade este
experto, "sólo un porcentaje
muy pequeño de afectados alcanza
los objetivos de prevención
deseables en factores de
riesgo claves como la hipertensión
arterial, la diabetes o
el colesterol elevado".
Si bien el riesgo de volver a
tener nuevos ictus es especialmente
alto el primer año, sobre
todo durante los tres primeros
meses, este riesgo se va a mantener
durante toda la vida. A
los 10 años, más de la mitad de
los pacientes volverá a sufrir un
ictus si no reciben el tratamiento
adecuado y controlan sus
factores de riesgo vascular. Tan
importante es llevar a cabo dicho
control como concienciar a
los pacientes de que debe ser
así durante toda la vida.
Una investigación reciente
realizada en 1.400 centros de
salud con datos de 5.448 españoles
que habían sobrevivido a
un ictus concluyó que menos
de un 25 por ciento de los pacientes
tenía las cifras de presión
arterial por debajo de lo
aconsejado (140/90 mmHg);
que sólo el 20 por ciento de
los que además eran diabéticos
presentaba un buen control de
la glucemia; y únicamente un
15% tenía el colesterol "malo"
o LDL por debajo de la cifra recomendada
de 100 mg/dL.
Según el doctor Álvarez Sabín,
esta falta de control contrasta
con los avances que en
los últimos años ha experimentado
el manejo de esta enfermedad.
En su opinión, "diferentes
descubrimientos nos
permiten concebir esperanzas a
medio plazo de poder convertir
al ictus en una enfermedad tratable
y evitable. La evidencia
científica avala distintas medidas
que han demostrado ser
efectivas en las horas siguientes
al ictus y en la prevención posterior
de nuevos eventos".
Un problema creciente
Una de cada diez muertes en
España está causada por un ictus,
lo que convierte a este accidente
cerebral en la segunda
causa de fallecimiento. Cada
año sufren esta enfermedad
unos 130.000 españoles y más
de 300.000 personas presentan
alguna limitación en su capacidad
funcional tras haber
sufrido un ictus. Las secuelas
más frecuentes son parálisis,
dificultades con el lenguaje y
trastornos emocionales. Los
problemas motores son muy
frecuentes y afectan a uno de
cada tres pacientes. También
es bastante común el dolor, la
fatiga, la dificultad para controlar
las emociones y la depresión.
La parálisis o debilidad en
un lado del cuerpo (cara, brazo
y pierna), que los expertos
denominan hemiplejia o hemiparesia,
dificulta al paciente las
actividades de la vida diaria,
como caminar, vestirse, comer
o usar el baño, mientras que
los problemas de equilibrio
que experimentan muchos enfermos
incrementan el riesgo
de caídas. Capítulo aparte merecen
los trastornos del lenguaje,
con dificultades en unos
casos para formar las palabras,
articularlas o entenderlas.
Para reducir la aparición de
nuevos ictus más graves, es necesario,
por un lado, adoptar
una serie de medidas higiénico-dietéticas
(dejar de fumar, dieta
rica en verduras, frutas y pescados,
evitar el consumo excesivo
de alcohol, controlar el peso,
hacer ejercicio de forma regular
al menos durante 30 minutos)
y, por otro, cumplir rigurosamente
el tratamiento farmacológico
prescrito por el médico.
De ello dependerá que el paciente
tenga más autonomía,
evite el deterioro cognitivo y
cuente con una mejor calidad
de vida.
Más información:
www.sen.es