Elegir un lugar adecuado donde pasar las vacaciones.
Hay que buscar un equilibrio entre las preferencias de los
padres y las de los hijos, según la edad de los niños.
Cuando son pequeños necesitan un lugar donde jugar y
correr al aire libre.
Tener una rutina diaria programada, con horarios menos
rígidos y sin excesivas exigencias diarias. No hay que
pretender que la organización sea perfecta, pero sí seguir
un mínimo de orden, marcar un horario para irse a la cama,
levantarse y comer.
Estudio. El final de las clases no implica que los más pequeños
no tengan que coger un libro hasta septiembre.
Bajo las pautas marcadas por el profesor, los padres deben
supervisar y programar el estudio de sus hijos durante el
verano. A los más pequeños (4-6 años) les bastará con
diez o quince minutos al día; los mayores deberán dedicarle
algo más de tiempo.
Campamentos de verano. Los expertos recomiendan
que los niños vayan a un campamento de verano al menos
quince días desde los cinco o seis años de edad. Es
fundamental para su socialización y su desarrollo integral
como persona. Si no hay posibilidad de mandarlos fuera
de la ciudad, siempre se les puede apuntar a los campamentos
urbanos: muchos colegios y otros centros programan
actividades para el verano.
Ocio en familia.
Ahora que pasan
más tiempo con
sus hijos, los padres
deben encontrar
un momento
a lo largo del día
para jugar con sus
hijos y conversar
con ellos. Además
es importante diseñar
un programa
de actividades
variado y completo
que englobe
actividades deportivas y culturales: una visita a la piscina,
al parque, a un museo o una excursión al campo.
Implicación en el hogar: Otra forma de ocupar su tiempo
es implicarles en las labores de la casa. Hacer que se
vistan solos, poner la mesa o recoger el cuarto por mucho
que tarden les tiene entretenidos y fomenta su autonomía.