P. Arroyo, París.- La II Conferencia de la AIS (Sociedad Internacional del Sida) sobre Patogénesis y Tratamiento del VIH, que reúne en París a casi 6.000 expertos de 120 países, ha dejado claro desde el principio que la lucha contra la pandemia sigue teniendo dos caras y una duda.

En el lado positivo, nuevos datos científicos justifican el optimismo por el incesante progreso de las terapias antirretrovirales. Los últimos estudios señalan una palpable mejora de los inhibidores de la proteasa y renuevan las esperanzas ante la próxima llegada de los inhibidores de fusión y los de la integrasa.

En la parte negativa, continúa pendiente la extensión de esos tratamientos a los países en desarrollo, donde sólo los reciben 250.000 de los seis millones de seropositivos que los necesitan con urgencia para sobrevivir. La enfermedad se cobra ya una trágica cuota de tres millones de muertes anuales, que invalidan cualquier argumento financiero para privar de ellos al mundo pobre.

Pero, además, la Conferencia ha servido de escaparate a varias investigaciones económicas que demuestran la rentabilidad de generalizar las modernas terapias en todo el planeta. "El acceso a los antirretrovirales en los países del "Sur" no es sólo una exigencia moral, sino una decisión rentable", resumió el economista Jean-Paul Moatti. "Ya no hay excusas", coincidió el ex presidente surafricano Nelson Mandela.

En cuanto a la incógnita sin resolver, se trata de la deseada vacuna preventiva. El mayor optimismo ha vuelto a personificarlo en la reunión parisina Robert Gallo, codescubridor junto a Luc Montagnier del virus del sida, que lleva años insistiendo en una esperanza que no acaba de materializarse. La cautela lleva el nombre de Anthony Fauci, director del estadounidense Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas, quien pronunció la ponencia científica de la sesión extraordinaria "20 años de investigación en VIH" y concluyó: "La vacuna sigue siendo el mayor y más difícil reto".

A falta, pues, de solución profiláctica contra la terrible sangría del VIH-sida (casi 45 millones de contagiados y seis millones en peligro de muerte a cortísimo plazo), el mensaje de la Conferencia es unánime: "Todas las personas infectadas pueden ser tratadas, independientemente del nivel de recursos de su país. Brasil ha demostrado que el tratamiento universal es posible en cualquier lugar".

El propio impulsor de ese programa en el país suramericano, el ex presidente Fernando Enrique Cardoso, acudió a la sesión inaugural para explicar ese nuevo "milagro" brasileño. La experiencia, que ha permitido administrar antirretrovirales gratis a 125.000 pacientes, ha implicado a todos los escalones del Estado y a la sociedad civil en la común tarea de combatir el sida desde múltiples ángulos: abaratamiento de fármacos, distribución de preservativos o campañas informativas.

Todo un éxito que, añadió Cardoso, "dio moral y credibilidad política a Brasil" para defender ante los organismos financieros internacionales su estrategia de "acceso a los antirretrovirales como un derecho humano fundamental". Estados Unidos acabó retirando sus reservas comerciales, y el país sudamericano "demostró que el sida no es un problema inabordable".

Tras esta primera fase más "social" de la Conferencia, en la que Mandela vio acentuado su llamamiento a la solidaridad por activistas que reclamaban los 10.000 millones de dólares anuales prometidos por el mundo rico, la Conferencia se centra de lleno en el ámbito científico. Hasta la clausura, los grandes argumentos de debate serán los pros y contras de los 19 fármacos y 22 formulaciones ya disponibles. su mejor combinación en beneficio del paciente. la próxima ampliación de esa lista con productos que se dirigen a nuevas dianas del virus. el óptimo aprovechamiento de los medicamentos con pautas más sencillas, seguras y eficaces, y, por supuesto, el persistente "sueño" de la vacuna anti-VIH.