Nueve años ejerciendo la profesión de enfermera no prepararon a I. U. para hacer frente a la alergia al látex, enfermedad que contraería en el centro de trabajo, en un lugar diseñado para curar. Ahora, el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco ha reconocido por primera vez esta dolencia como enfermedad profesional y ha concedido a I. U. la incapacidad permanente total con derecho a una pensión. Finaliza, por el momento, el largo camino que destrozó su salud, acabó con su empleo, cambió su vida y la introdujo en los vericuetos de la administración laboral y judicial, informa el diario EL CORREO DITIGAL en su edición del lunes, 15 de diciembre.
La alergia al látex se conoce desde 1927, pero ha sido en los últimos años cuando la enfermedad ha cobrado un inesperado auge. La implantación de medidas higiénicas para combatir el sida convirtió a este material natural en la herramienta ideal contra el contagio: es barato, eficaz y, en forma de guante, no resta sensibilidad a las manos del personal sanitario. La solución al gran problema trajo, sin embargo, un problema menor pero lacerante para quien lo padece.
La incidencia del mal es limitada entre la población, pero afecta a un porcentaje que oscila entre el 10 y el 15% de los trabajadores sanitarios, que están en contacto permanente con el látex. Los guantes son el producto más conocido, pero también están fabricados con este material obtenido de un árbol tropical jeringuillas, catéteres, fonendoscopios, mascarillas, sondas...
I. U. comenzó a sufrir los síntomas en 1999, pero «seguí trabajando y los problemas se agudizaron». Cara y cuello hinchados, piel enrojida, asma y rinitis la obligaron a coger bajas hasta que fue evidente que su salud no toleraba el látex. De nada sirvió que dejara de manipular objetos de goma, porque el causante del mal «permanece en el ambiente», asegura el doctor Santiago Quirce, de la Fundación Jiménez Díaz. «El polvillo que genera, por ejemplo, meter la mano en el guante transporta los alérgenos por el aire», añade Quirce.
«Un día en el puesto de trabajo era suficiente para que volviera a encontrarme mal», asegura I. U., que recurrió a los tribunales al comprobar que el Instituto Nacional de la Seguridad Social se negaba a catalogar su dolencia como una enfermedad profesional. El primer juicio, en un juzgado de lo Social de Bilbao, concluyó con una sentencia favorable a los intereses de la enfermera, que ahora ha visto confirmado el fallo en el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco. La resolución, que contó con el voto particular contrario de un magistrado, puede ser recurrida en el Tribunal Supremo.
En su pleito, I. U. ha chocado con la ausencia de una legislación que especifique la alergia al látex, ya que la relación de causas es anterior a la extensión de la enfermedad. Por ese motivo, los afectados se veían obligados a dejar el empleo o ser recolocados. Los intentos de que se reconociera la dolencia como una enfermedad profesional han sido, hasta ahora, infructuosos.
Soluciones
El trabajador de la Sanidad -unos 600.000 en toda España- «vive en medio de una bomba de relojería, porque se vuelve hipersensible a la exposición al látex. Es aterrador que, como precaución ante un ataque, te recomienden llevar inyectables de adrenalina», explica María José García, del sindicato de enfermería Satse. «Hace tres o cuatro años era un problema desconocido, pero vemos que tiene graves repercusiones», corrobora María Jesús Zapirain, del Colegio de Enfermería de Guipúzcoa.
«No se puede cambiar a un destino libre de látex a 90.000 trabajadores sanitarios; la solución es sustituir este material por otros de origen artificial», reivindica García. Las sustancias de calidad equiparable a la goma, el nitrilo o el neopreno resultan carísimas, advierte Santiago Quirce, pero «es el camino», coinciden los consultados.