La psoriasis es una enfermedad inflamatoria crónica (que dura toda la vida) y no contagiosa que, al manifestarse en la piel, produce placas enrojecidas que se descaman y que se pueden distribuir en toda la superficie corporal.
Una de cada cincuenta personas en todo el mundo padece este trastorno. En España, se estima en un 2,5% la población afectada. Algunos enfermos, aproximadamente el 15%, desarrollan también una inflamación de las articulaciones, llamada artritis psoriásica.
La psoriasis afecta por igual a hombres y mujeres y, a pesar de ser más diagnosticada en la población de 30-40 años, es posible que se presente a cualquier edad. El 80% de los casos corresponde a la psoriasis en placas, en la que los pacientes afectados presentan zonas de la piel enrojecidas e inflamadas, que aumentan su grosor y se descaman, pudiendo localizarse estas lesiones en cualquier parte del cuerpo: las rodillas, los codos, el cuero cabelludo, la hendidura de los glúteos y la zona lumbar. Otras zonas que pueden verse afectadas son las palmas, las uñas, las plantas de los pies, los órganos genitales, y raramente la cara. La piel afectada suele estar seca, agrietada, con sensación de picor y ardor.
Factores externos como el estrés, los accidentes, los traumatismos o enfermedades recurrentes pueden exacerbar los síntomas de la enfermedad. Sin embargo, la condición de inflamación del sistema inmune que subyace en la psoriasis siempre está presente, independientemente de la presencia o no de agentes externos que puedan acentuar los síntomas de la enfermedad. Por esto es importante que, aunque los síntomas no sean muy intensos, los pacientes reciban tratamiento permanentemente para que la enfermedad se mantenga bajo control y la posibilidad de presentar un agravamiento de los síntomas disminuya.
Tratamiento
Los tratamientos disponibles permiten el control de la psoriasis o incluso la desaparición temporal de las lesiones. El hecho de que la enfermedad sea crónica no significa que no se pueda hacer nada y es importante que el afectado sepa que actualmente existe una amplia diversidad de tratamientos que permiten controlar la enfermedad.
Cada individuo afectado tiene su particular psoriasis y la terapia que puede ser útil a unos, puede que no sirva o incluso vaya mal a otros. Por este motivo el tratamiento debe ser personalizado para cada afectado dependiendo del tipo de psoriasis, de la gravedad de la enfermedad, del estilo de vida y la edad del paciente y de si padece otras enfermedades.
Cada día se incorporan nuevos fármacos para el tratamiento de esta enfermedad. Es el caso de los novedosos tratamientos biológicos, medicamentos fabricados con proteínas mediante biotecnología que se administran por vía subcutánea o intravenosa. Las terapias biológicas son ya el presente del tratamiento de la psoriasis y han mejorado la calidad de vida de los pacientes porque se trata de fármacos eficaces y con un mayor perfil de seguridad que los tratamientos convencionales empleados clásicamente.
De cara al verano
El verano representa a veces un problema importante para los enfermos de psoriasis. Se ha demostrado que el sol tiene un efecto beneficioso sobre las lesiones, pero eso presupone desprenderse de la ropa y mostrar la piel, lo que puede suponer un sentimiento de vergüenza en algunos afectados. Pero es importante vencer esta preocupación y aprovecharse de las ventajas que el verano puede aportar a la enfermedad.
El sol es bueno para la psoriasis ya que los rayos ultravioletas (UV), sobre todo los UVB, ayudan a la curación de la piel y a disminuir la inflamación, además de retrasar la sobreproducción de células cutáneas, que es lo que produce las escamas.
Las zonas afectadas por la psoriasis suelen curarse por sí solas tras la exposición a la luz solar natural. Un breve período diario de exposición solar, evitando las quemaduras con un fotoprotector adecuado, es suficiente para que desaparezcan las placas. No obstante, una exposición súbita y prolongada puede resultar perjudicial, sobre todo para las personas de piel muy blanca. Además del riesgo de cáncer y otros daños cutáneos, una sobre-exposición puede agravar los síntomas de la psoriasis. Tampoco es recomendable exponer la piel al sol durante un brote.
Por tanto, a pesar de sus beneficios, hay que tener cuidado con el sol: protéjase la piel y evite exponerla al sol entre las 10 de la mañana y las 3 de la tarde, y expóngala en períodos que aumenten de forma gradual. Recuerde que los rayos del sol penetran a través del cristal, las nubes, el agua y la ropa ligera, y que son reflejados por el agua y la arena.
No obstante, no todos los casos son iguales y el médico valorará los riesgos y beneficios que la exposición al sol representa para cada paciente, teniendo en cuenta factores como los síntomas y el tratamiento que sigue, su tipo de piel y edad. De hecho, en algunas personas la luz solar agrava o desencadena nuevas lesiones; es lo que se conoce como psoriasis fotoinducida o fotosensible, una afección poco frecuente que solamente afecta al 5% de los enfermos de psoriasis.
Fotoprotección
Aunque el sol puede resultar beneficioso para la piel psoriásica, los afectados deben protegerse, al igual que el resto de la población, contra los efectos adversos de los rayos UVA y UVB. En la farmacia encontrarán productos de protección solar especiales para pieles atópicas, que hidratan la piel además de protegerla del sol, lo cual es esencial en la psoriasis. Los dermatólogos suelen recomendar un factor de protección de SPF 25 como mínimo para las cremas solares para el cuerpo, y cremas de SPF 50 para la cara, sobre todo cuando hay brotes.
La piel siempre debe estar hidratada, tanto si se está expuesto al sol como si no. Los días soleados y calurosos y el aire acondicionado pueden resecar la piel. Un producto emoliente adecuado disminuirá el picor y la formación de grietas.
La ropa
La ropa excesivamente ajustada puede irritar la piel y tiende a agravar los síntomas. Es mejor prescindir de vaqueros, pantalones ajustados y calzado estrecho y evitar el contacto directo con la piel de fibras sintéticas y de lycra. En cambio, se recomiendan prendas de fibras finas y naturales como el algodón, preferentemente amplias y holgadas.
Los zapatos y sandalias deberían ser abiertos y espaciosos, sobre todo porque los pies se hinchan ligeramente con el calor. Es preferible el calzado de piel a los materiales sintéticos, puesto que la piel absorbe mejor la humedad. Además, existe la opción de utilizar plantillas de espuma, corcho o polímeros viscoso-elásticos que aliviarán la presión sobre la piel afectada por la psoriasis. Las zapatillas de deporte de calidad deben ser flexibles y de materiales transpirables.
Finalmente, no hay que olvidar dos complementos obligatorios: un sombrero que cubra suficientemente y unas gafas de sol.
El agua
Las personas que tienen psoriasis pueden disfrutar de los placeres del baño tomando algunas precauciones. Aplíquese una loción hidratante de antemano, no pase mucho tiempo en el agua y tome una ducha después para eliminar el cloro o la sal que puedan irritar la piel sensible. La sobre- exposición al agua del mar, al cloro y a los desinfectantes de las piscinas puede producir picor y grietas. Tras la ducha, séquese a fondo con una toalla suave dándose palmaditas en lugar de frotar. A continuación sea generoso con la loción hidratante para mantener la piel bien hidratada y protegida.
El agua de mar suele aliviar la psoriasis, sobre todo cuando se combina con la exposición al sol. Muchos enfermos indican que los baños de mar les ayudan en gran medida.