La vigorexia es un trastornoreciente, tanto que aún noha recibido el estatus de enfermedad.Tan sólo hay que remontarsea 1993 para conocersu origen. En este año el psiquiatraestadounidense HarrisonG. Pope acuñó este términopara referirse a personasque viven obsesionadas porposeer un cuerpo musculoso yque, lejos de verse…
La vigorexia es un trastorno
reciente, tanto que aún no
ha recibido el estatus de enfermedad.
Tan sólo hay que remontarse
a 1993 para conocer
su origen. En este año el psiquiatra
estadounidense Harrison
G. Pope acuñó este término
para referirse a personas
que viven obsesionadas por
poseer un cuerpo musculoso y
que, lejos de verse como realmente
son, se sienten débiles,
enclenques y carentes de
atractivo físico. Da igual las
horas que entrenen y el músculo
que con su esfuerzo, casi
sobrehumano, consigan, la
imagen que ven cuando se
miran a un espejo nunca les
gusta. Conocido también como
'complejo de Adonis' es un
trastorno mental, no estrictamente
alimentario, que busca
alzarse con el 'cuerpo perfecto'
a cualquier precio.
Para los afectados por este
trastorno, que afecta sobre todo
a hombres jóvenes de entre
18 y 35 años, conseguir el
cuerpo deseado se torna en
una meta imprescindible para
ser feliz. Y aquí es donde comienza
el problema, ya que
aunque es de todos conocido
que la práctica de ejercicio
moderado es uno de los requisitos
imprescindibles para gozar
de buena salud, el problema
llega cuando conseguir un
cuerpo atlético pasa de ser un
objetivo saludable a un desorden
emocional que se eleva a
la categoría de obsesión. No
en vano, los excesos nunca
son buenos y el deporte no es
una excepción.
Infravalorada e infradiagnosticada,
la vigorexia es una
de las nuevas adicciones que
han aparecido de la mano del
particular canon de belleza
que caracteriza a la sociedad
del siglo XXI. En la actualidad,
se vive 'por y para el cuerpo',
por lo que no es de extrañar
que se hable ya de una epidemia
del culto al cuerpo en las
sociedades industrializadas bajo
la que se ampara no sólo la
vigorexia sino también otros
trastornos, como la anorexia y
la bulimia nerviosa, que distorsionan
la imagen corporal y
que buscan sin descanso lo
que los afectados consideran
la 'suma perfección'.
¿Cómo reconocerlo?
Reconocer a una persona con
este problema no es demasiado
difícil. Es tal su obsesión
por un cuerpo perfecto y musculoso
que se miran constantemente
al espejo, nunca están
satisfechos con su propio
cuerpo y siempre se sienten
enclenques y demasiado delgados.
Pasan todo el tiempo
que pueden haciendo deporte
(más de 3-4 horas al día se
considera excesivo) sólo con el
objetivo de aumentar su musculatura,
y se comparan permanentemente
con compañeros
de gimnasio. Son esclavos
de la balanza y de los centímetros
y se miden y pesan varias
veces al día. En definitiva, pasan
la mayor parte de su tiempo
pensado y actuando en pro
de su obsesión, el principal
objetivo de su vida.
Camuflan su físico con ropas
superpuestas o que abulten
para parecer más voluminosos
y modifican su alimentación para
supeditarla a la consecución
de sus fines. Así, suprimen las
grasas de su dieta y consumen
proteínas e hidratos de carbono
en exceso, con consecuencias
negativas para la salud.
Pero aquí no acaba todo,
este desorden puede evolucionar
a un cuadro obsesivo compulsivo
que hace que quién lo
padece se sienta fracasado y
abandone sus actividades sociales,
e incluso laborales, para
encerrarse día y noche en un
gimnasio y entrenar sin descanso.
Un aislamiento social y
laboral que puede llegar a poner
en juego incluso la propia
estabilidad familiar. Con el paso
del tiempo su carácter cambia,
están más irritables y se
muestran agresivos.
Y no hay que desdeñar
que la práctica desmesurada
de ejercicio desemboca en una
dependencia cuyos culpables
hay que buscarlos en el propio
organismo. Y es que cuando
una persona practica deporte
hasta la extenuación el cuerpo
se defiende del dolor que siente
produciendo endorfinas, un
grupo de hormonas con propiedades
similares a la morfina.
Con el tiempo, el cuerpo
necesita más para soportar el
dolor, una situación que es sólo
la antesala de la que será
una verdadera adicción a estas
hormonas. El dolor es una señal
de alarma que activa el
cuerpo para alertar del sobreentrenamiento
al que se le está
exponiendo.
Asimismo, esta ansia por
adquirir a toda costa una apariencia
atlética puede llevar al
consumo de sustancias perjudiciales
para el organismo. Los
anabolizantes y los derivados
sintéticos de la testosterona (la
hormona sexual masculina)
son las sustancias dopantes
más utilizadas y pueden provocar,
entre otras complicaciones,
problemas de impotencia,
crecimiento desproporcionado
de las glándulas mamarias, acné,
caída del cabello, depresión,
euforia e irritabilidad y,
en los casos más extremos,
trastornos cardiacos y hepáticos.
Además, el problema se
agrava cuando, ante la dificultad
para adquirir estos productos,
se acude al mercado
negro y se consumen productos
fraudulentos, adulterados y
sin ninguna garantía sanitaria.
Estas sustancias pueden ser altamente
peligrosas.
Causas
La aparición de la vigorexia está
relacionada con desequilibrios
de diversos neurotransmisores
del sistema nervioso
central, y más concretamente
de la serotonina, alteraciones
bioquímicas que se escapan
de nuestro entendimiento y
que hemos de dejar en manos
de la ciencia, pero también
entran en juego factores psicológicos
y socioculturales frente
a los que podemos aportar
nuestro granito de arena y que
tienen gran parte de responsabilidad
en lo que está ocurriendo.
Por un lado, hay 'formas
de ser' que predisponen a
la aparición de este problema.
Cuando una persona rechaza
su aspecto, tiene pensamientos
obsesivos y sentimientos
de inseguridad, es perfeccionista,
su autoestima está por
los suelos, apenas se integra
en la sociedad y sólo mantiene
relaciones superficiales tiene
más papeletas para acabar sucumbiendo
a esta obsesión. Y
aunque el mero hecho de desear
la imagen corporal ideal
no implica necesariamente
que la persona en cuestión padezca
un trastorno psicológico,
si algún miembro de su familia
está en esta situación
permanezca alerta pues, como
es lógico, las probabilidades
de que aparezca en familiares
directos son mayores.
Y, como ya hemos dicho,
'la epidemia del culto al cuerpo'
que se da en las sociedades
industrializadas es el caldo
de cultivo ideal para su aparición.
Un par de curiosidades:
los estudios constatan que la
industria del cine y de los juguetes
aumentan en la actualidad
la musculatura de los héroes
mucho más que hace tres
o cuatro décadas y la publicidad
relaciona la musculatura,
la dureza abdominal y la poca
grasa con el atractivo sexual.
Como en cualquier patología,
la mejor solución es la
prevención. Entre todos, y
aquí los medios de comunicación
juegan un papel estelar,
tenemos que educar a los niños
de hoy en la idea de que
lo importante no es tener el
'cuerpo 10' que proponen los
cánones de la moda, sino estar
contento con uno mismo y
aceptarse tal y como se es.
Tratamiento
Ante todo, lo más importante
es conseguir que la conducta
de la persona que padece vigorexia
cambie, recupere su
autoestima y supere el miedo
al fracaso, por lo que, aunque
en el tratamiento para este
problema intervienen diversas
disciplinas médicas, la terapia
fundamental es de tipo psicológico.
En este sentido, el apoyo
de la familia es de suma importancia.
Han de ayudar a
cambiar la percepción que el
afectado tiene sobre su propio
cuerpo y apoyarle cuando luche
contra sí mismo para reducir
las horas diarias de gimnasio.
El entusiasmo y la
ansiedad que le provoca la
práctica deportiva intensa en
la que lleva inmerso tanto
tiempo han de desaparecer a
favor de actividades menos
nocivas para la salud, y esto
no es algo que se consiga en
un día. Uno de los retos del
tratamiento es conseguir que
diga NO a los anabolizantes.
En ocasiones, como el desarrollo
de esta enfermedad está
relacionado con desequilibrios
de neurotransmisores del
sistema nervioso central, más
concretamente de la serotonina,
el médico puede optar por
tratar con estas sustancias.
Además, un dietista ha de añadir
su aportación al tratamiento
para conseguir que la persona
opte por dietas equilibradas
y variadas.
¿Es anorexia?
El doctor Pope calificó la vigorexia
como la 'anorexia reversa',
pero pronto se dio cuenta
de que, aunque la anorexia y
la vigorexia tienen cosas en
común, son también bastante
diferentes. Es cierto que las
personas que padecen cualquiera
de los dos trastornos
están sometidas a la tiranía de
la báscula, tienen una imagen
distorsionada de su propio
cuerpo, su autoestima es muy
baja y se encierran en sí mismos.
Cambian su dieta y no
dudan, en algunos casos, en
automedicarse.
No obstante, mientras que
la anorexia es más frecuente
en mujeres, la vigorexia afecta
más a los hombres. La persona
que sufre anorexia se percibe
'gorda' por lo que su meta
es la delgadez, mientras que el
afectado por la vigorexia se ve
enclenque y su meta es un
cuerpo musculoso.
RECUERDE
Los anabolizantes y otras
sustancias dopantes, consumidas
sin control médico,
pueden poner su salud en
peligro. Consulte con su
médico o farmacéutico.
FUENTES: Colegio de Farmacéuticos
de Barcelona, Colegio de Farmacéuticos
de la Región de Murcia, Dmedicina.
com y CBP Psicólogos Madrid.