Aproximadamente el cinco por ciento de la población española sufre algún trastorno de la voz que requiere atención médica y cerca del cuarenta por ciento de los niños en edad escolar presentan disfonías, sobre todo durante la pubertad, según la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Patología Cérvico Facial (SEORL PCF). La franja de edad en que son más frecuentes los trastornos de la voz se sitúa entre los 25 y 45 años, ligeramente superior en las mujeres respecto a los hombres.
Las disfonías más frecuentes son las de tipo funcional. En estos casos no se identifica ninguna lesión anatómica en los órganos fonatorios, sino que se deben al esfuerzo vocal: hablar excesivamente y con tono superior al normal, gritar, carraspear y toser en demasía, forzar la vocalización, cantar con una técnica inadecuada, inhalar polvo, humo de tabaco y gases nocivos y beber alcohol.
Por su parte, las disfonías orgánicas conllevan la existencia de una lesión en los órganos fonatorios, siendo las más frecuentes los nódulos y los pólipos.
Los nódulos son la patología benigna más frecuente de las cuerdas vocales y se manifiestan principalmente en mujeres entre los 20 y los 50 años de edad, mientras que los pólipos afectan preferentemente a los varones de entre 30 y 60 años y requieren normalmente de una intervención quirúrgica para su resolución.
Un accidente de tráfico, un golpe con un objeto punzante, o cualquier otro traumatismo, un déficit auditivo y algunos trastornos psicológicos, como la neurosis o los comportamientos hipocondríacos, también pueden ser la causa de una disfonía. Los especialistas insisten en que cualquier persona con un trastorno de voz debe acudir al otorrinolaringólogo cuando la alteración se prolongue durante más de 15 días o cuando se repita con frecuencia.
Tratamiento multidisciplinar
El tratamiento de las disfonías se asienta sobre tres pilares fundamentales: la medicación, la rehabilitación y la cirugía. Una buena alternativa es que el especialista coordine el tratamiento con logopedas, profesores de canto y dicción, e incluso psicólogos.
En muchas ocasiones basta con iniciar la rehabilitación para resolver una disfonía. En cada una de las sesiones se corrigen poco a poco los malos hábitos de emisión vocal enseñando al paciente técnicas de relajación de la laringe y de emisión de voz. Si se logra el objetivo, este tratamiento suele ser suficiente cuando se trata de nódulos de formación reciente.
En cambio, los que son más antiguos requieren microcirugía laríngea antes de iniciar la rehabilitación para evitar que reaparezcan. Este tipo de cirugía, aplicada tanto a nódulos como en el caso de pólipos y edemas, apenas ocasiona complicaciones y tiene unas expectativas de éxito cercanas al 98%. La cirugía también es muy eficaz en lesiones de las cuerdas vocales y en las malformaciones congénitas.